HEURISTICO
¡Qué vivan las fronteras!

Por: David Robinson | Para DIAaDIA

Las especies, al aislarse, se diferencian unas de otras. Para ello, los accidentes geográficos infranqueables, estilo cadenas montañosas o mares son perfectos. Es la separación quien permite la diferenciación biológica y su consecuente riqueza en biodiversidad. Sólo así pudieron diferenciarse los jaguares de los leopardos, los tigres de los leones.

En nuestro caso, el de los llamados humanos, hemos inventado las fronteras. Y esas líneas imaginarias y arbitrarias no sólo existen entre los países, también las hay entre los idiomas, las clases sociales, las religiones, los géneros, los colores de piel e, incluso, las edades.

Ya conocemos el más pernicioso de sus resultados: Coto, Vietnam, Tlatelolco, Afganistan…¡la guerra!

Salvo ese bárbaro y conspicuo "detalle", ¡qué suerte que existen las fronteras! Sí, en serio, las fronteras son una suerte. Permiten en un inicio el contraste cultural y al final, dado que son porosas y franqueables, el enriquecimiento del total de la humanidad. Gracias a esa característica de ellas, hoy gozamos del beneficio de los sonetos en idioma castellano y del papel de origen chino. Ese es el sentido de la globalización que nos conviene.

Por fortuna, las fronteras se resisten a desaparecer; de lo contrario, bajo las actuales circunstancias, en muy poco tiempo todos terminaríamos comiendo hamburguesas, bebiendo whisky y saludándonos con un "hello".

¡Qué suerte que existen las fronteras! Sin ellas no tendría gracia viajar, conocer otros sabores, visitar nuevas ruinas, conversar con gente diferente a uno y escuchar otros acentos. Sin las fronteras ni el Mundial de Fútbol, ni las Olimpiadas tendrían razón de ser.

Sin las fronteras sería imposible comprender que sentarse en una soda es lo mismo que hacerlo en una fonda; que al pedir una chicha se pide un refresco y que usar una pajilla es lo mismo que usar un carrizo.

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