HISTORIAS
Pequeña vela

Redacción | DIAaDIA

Érase una vez una pequeña vela que vivió feliz su infancia, hasta que cierto día le entró curiosidad en saber para qué servía ese hilito negro y finito que sobresalía de su cabeza. Una vela vieja le dijo que ese era su "cabo", y que servía para ser "encendida". "Ser encendida", ¿qué significaría eso? La vela vieja también le dijo que era mejor que nunca lo supiese, porque era algo muy doloroso.

Nuestra pequeña vela, aunque no entendía de qué se trataba y aun cuando le habían advertido que era algo doloroso, comenzó a soñar con ser encendida. Pronto, este sueño se convirtió en una obsesión.

Hasta que por fin un día, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre", llegó con su presencia contagiosa y la iluminó, la encendió. Y nuestra vela se sintió feliz por haber recibido la luz que vence a las tinieblas y le da seguridad a los corazones.

Se dio cuenta de que haber recibido la luz constituía no sólo una alegría, sino también una fuerte exigencia. Tomó conciencia de que para que la luz perdurara en ella, tenía que alimentarla desde el interior, a través de un diario derretirse, de un permanente consumirse. Su alegría cobró una dimensión profunda, entendió que su misión era consumirse, aceptó con fuerte conciencia su nueva vocación.

A veces, pensaba que hubiera sido más cómodo no haber recibido la luz. Cuando presentía que se acercaba el final, porque se había consumido totalmente al servicio de la luz, identificándose con ella, dijo con voz muy fuerte y con profunda expresión de satisfacción en su rostro: ¡Cristo está vivo en mí!

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