Cuando donamos algo, sería bueno que le preguntáramos al corazón por qué lo hacemos. ¿Donamos para figurar y que nos feliciten? ¿Lo hacemos para sacar provecho del dolor ajeno? ¿Donamos para sentirnos bien con nosotros mismos?, ¿o realmente lo hacemos para ayudar al prójimo? Si ésta última es la razón, estamos obrando bien, porque nadie es tan pobre que no pueda compartir. Lo triste es cuando damos, aparentemente con deseos de ayudar, pero teniendo una agenda oculta, buscando la palmada en el hombro y que el ego se infle desmesuradamente. Si esa es la razón, entonces consulte una vez más con su corazón. Lo necesita.
|