
Los fanáticos esperaron mas de una hora por su dinero.
Foto: Anayansi G?z
Los fanáticos esperaron mas de una hora por su dinero.
Foto: Anayansi G?z
Los fanáticos esperaron mas de una hora por su dinero.
Foto: Anayansi G?z
Los fanáticos esperaron mas de una hora por su dinero.
Foto: Anayansi Gámez
Los fanáticos esperaron mas de una hora por su dinero.
Foto: Anayansi Gámez
Los fanáticos esperaron mas de una hora por su dinero.
Foto: Anayansi Gámez
Los fanáticos esperaron mas de una hora por su dinero.
Foto: Anayansi Gámez
Aun medio resfriado se alegró de poder recuperar esos 20 dólares, que bien le servirían para aguantar hasta la quincena, que ayer estaba a cinco días.
Roberto trabaja en Tocumen, precisamente en la terminal aérea, y tiene acostumbrado salir a almorzar, a las 12 en punto. Pero ayer se escapó un poco más temprano, para poder hacer su misión y regresar con mucho tiempo al trabajo.
Ya en el puente del Parador, en Pedregal, Roberto se encuentra con un tranque descomunal, razón por la cual se demoraría más. A eso de las 11:30 p.m. no había pasado el puente de la Roosevelt, los trabajos en la vía Tocumen hacían que la búsqueda de los 20 dólares fuese más tortuosa para nuestro personaje.
A un cuarto para las doce, el tranque avanzó un poco y con cara de pocos amigos, Roberto aceleraba el motor, para poder estar antes de las 12 en el estadio y así poder recuperar su plata.
Al estadio llegó a las 12:30 p.m. con la esperanza de que la única boletería habilitada para la devolución del dinero estuviese abierta, pero no fue así.
No fue hasta la 1:15 de la tarde cuando abrió la taquilla. Como todo en Panamá, nada se hace a la hora puntual. La gente en la fila se mostraba inquieta, porque el cajero no se veía muy animado.
Regresando con el calvario de nuestro personaje, Roberto se contentaba, porque la fila comenzaba a moverse, pero lentamente.
Poco a poco Roberto perdía la esperanza de poder recuperar los 20 dólares.
En la fila pudo conversar con un señor de bastante edad. Este le decía que no estaba conforme con la medida de venir al estadio a buscar el dinero, porque era una pérdida de tiempo.
Con casi media hora en la fila, Roberto se fijaba que muchos desistían de llegar a la ventanilla y se iban.
Con 45 minutos de calor, desfilaban vendedores de agua, de soda, de suéteres y otros productos, la distancia era menos, ya había pasado las escaleras centrales del estadio y podía percibir la taquilla donde devolvían el dinero.
De repente una voz quebró el silencio informando “se acabó el dinero”. Roberto no podía creer lo que estaba pasando. Había perdido más de hora y media y podrían ser dos horas, porque se confirmaba que el dinero llegaría en media hora. Luego de este llamado la fila se hizo menor. Con gritos y silbatina, producto del descontento, otra cantidad de fanáticos botaba los boletos, molestos y sin muchas ganas de seguir en la fila.
Roberto perseveró, y con cuatro personas al frente, luego de dos horas de espera, pudo recuperar sus veinte dólares.
Esos mismos veinte dólares que de regreso al trabajo tuvo que pagar en gasolina y en Corredor, para llegar sin más demora.
En el trabajo lo esperaba el jefe, con cara de molestia, por su repentina desaparición, que al final perdió un día, solo por recuperar su dinero.