Son admirables, luchadoras y sencillas. Ellas trabajan desde tempranas horas de la madrugada y son tan fuertes como un roble, pero no por dedicarse a las tareas del campo descuidan la atención de sus familias.
Esas son las mujeres rurales. Un grupo de valiosas féminas se encuentra en la Granja Autosostenible del Patronato de Nutrición en Aguas Claras #1, Colón.
Bartola Villarreta, de 39 años, tiene siete hijos, y mientras sus vástagos asisten a la escuela, ella se dirige al campo a sembrar arroz, yuca, plátano y maíz.
Señaló que siempre ha tirado machete parejo como un hombre, bajo sol y agua, aunque a veces se enferman.
Sin embargo, Villarreta asegura que eso es cuestión de adaptarse, pues es lo que tiene que hacer para poder sobrevivir en la campiña. Bartola se levanta a las cuatro de la mañana a preparar café y a emprender otra jornada más, y regresa a casa a las 4:00 p.m. a preparar la cena.
EL CAMPO ES LO MIO
Cresencia Fernández, de 68 años, dice que la vida en el campo lo es todo. Le encanta ese ambiente porque es donde creció y no lo cambia por nada.
Hoy día Cresencia es ayudante en la granja del Patronato, pero antes compartía la vida en el campo con su cónyuge. Por su edad, ahora se dedica a criar gallinas y atender un par de reses que tiene. Por eso está orgullosa de vivir en el campo, pues los productos que consumen son frescos, sembrados y cosechados por sus fértiles manos.
La Dirección Nacional de la Mujer del MINJUNFA indicó que en Panamá el acceso de la mujer a la tierra todavía es un problema de desigualdad. Entre los años 2000-2002, el número de títulos de propiedad otorgados a las mujeres fue bastante bajo, un 27%.
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