Hace cinco años, la vida de Daniel cambió cuando tuvo una crisis por su enfermedad: insuficiencia renal.
Fue trasladado de su comunidad indígena, Santa Catalina de Bocas del Toro, al Hospital de Changuinola; de ahí, al Hospital del Niño en la ciudad. Eso fue cuando tenía 14 años, hoy tiene 19, pero su enfermedad lo hace parecer de 10.
Desde entonces, Daniel ha estado alejado de su familia; es decir, que tiene cinco años de vivir en el cuarto piso de este último nosocomio, en espera de que le donen un riñón.
Gracias a una reunión de indígenas que se realizó el pasado 12 de octubre, su mamá, Magdalena Santos, pudo verlo después de un año y medio. Un día antes de nuestra visita, la señora nos contó su historia y fuimos a conocer a Daniel. Los encontré juntos, él estaba asombrado, me apretó la mano con fuerza y se presentó.
"No me quería soltar cuando me vio", dijo con entusiasmo Magdalena. A su lado, había una sonda por donde orina; detrás de él, una pequeña Biblia y al otro lado, una grabadora.
Para los miembros de su familia, es muy difícil visitarlo con frecuencia, por lo que tienen que ahorrar por varios meses para el pasaje, que cuesta B/. 80.00. Sus padres, por lo menos, vienen una vez al año a verlo. Mientras, permanece solo.
Daniel los extraña mucho, pero la fe en Dios lo tiene con fuerzas, porque sabe que algún día sanará y podrá regresar a casa con los suyos.
"Yo leo la Biblia todos los días, es mi mejor compañera", dijo Daniel.
SU SUEñO
Cuando salga del hospital, Daniel quiere ser predicador para compartir la Palabra con quienes la necesitan.
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