ENTRE NOS
¡Lléveme, por favor!

Elizabeth M. de Lao | DIAaDIA

Ella era la niña más linda que había visto. Tenía unos ojos tan celestes, que el propio cielo hubiese estado celoso de su color.

Sí, era una preciosa chiquilla de 14 años. Sin embargo, esos ojos divinos no brillaban con luz propia. No podían. Más bien, lloraban y los opacaba la tristeza, que parecía posarse sobre sus hombros y hundirlos bajo su peso.

¿Por qué tanto dolor? Fácil: Venía huyendo de Colombia, de la guerrilla o de los paramilitares, era lo mismo. Llegó a Yape, en Darién, con su madre y sus hermanas, cruzando trochas y enfrentando el peligro, junto con otros paisas.

Detrás habían quedado los cuerpos de familiares entre la espesa selva, incluido un niño que había sucumbido por una mordedura de serpiente. Y, como corolario de tanto dolor, su padre había sido despedazado por paramilitares, mientras el resto de la familia huía.

La conocí durante una gira al área, luego de una de las tantas incursiones de grupos armados en Darién.

Su familia estaba escondida en el monte, temerosa de los extraños. No era para menos. Uno a uno fueron saliendo, no sin antes examinarnos al fotógrafo y a mí.

Pasaron los minutos de mutuo examen visual, y después, con una frialdad escalofriante, sin muchas lágrimas, porque ya se habían acabado de tanto verterlas, contaron su historia. Pero hicieron algo más: "Señora, lléveme con usted, yo quiero estudiar y aquí no puedo. Yo era buena estudiante y ahora no puedo volver. Por favor, lléveme", decía aquella niña.

Han pasado nueve años y aún pienso en ella. ¿Cómo traerla a la ciudad, sin papeles en regla?

Y como aquella colombiana, hay miles de talentos y buenos cerebros en los campos de mi patria, que se perderán irremediablemente, si no se establece un verdadero plan nacional para combatir la pobreza, la falta de educación y cortar de raíz la crisis en el sector salud.

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