El Tour 33 de Luis Miguel sí que arrastró expectativas y curiosidad en el pueblo panameño, ya que los conciertos de esta gira estuvieron geniales en todas las partes donde se presentó, exceptuando Costa Rica donde, según los medios internacionales, fue un fracaso por los defectos técnicos y de sonido. Y para no irnos tan lejos, les cuento que en Panamá también hubo uno que otro percance. Comenzó el descontento de los presentes, en especial entre los que compraron entradas VIP (B.200, 135, 75 y 50), ya que estuvieron de dos a tres horas formando filas, con rostros de molestia e ira, que se conjugaban con la desesperación y los gritos oficiales de los conciertos: "Cuándo... cuándo"; "qué es lo que pasa". "Hasta cuándo", "puerta, puerta". Estas expresiones fueron pocas para transmitir el verdadero enojo de miles de personas. El cansancio, el estar de pie y la falta de excusa de los organizadores de la empresa responsable, aumentaban más la decepción. Aunque la prensa manejaba la tesis de que el evento se atrasó porque un container del equipo del cantante no llegó a tiempo, nadie dio una excusa. La verdad, amigos lectores, ese rumor se corroboró ayer, pues se supo que el camión no tenía placa para poder entrar al país. Los rumores no ayudaron, porque el evento se retrasó y la gente jamás entenderá lo sucedido, pues pagó su billetito.
Una hora bastó para que miles de personas entraran, para que las luces se apagaran y saliera el cantante a deleitar con sus canciones, que sin más empezó su repertorio, dejando a cientos de personas con boletos VIP sin escuchar las primeras canciones. Fue el caos de la noche, muchos no podían creer que pagaron tanto para que sucediera eso. Esta situación acrecentó el descontento y la desesperación de las personas y provocó que muchos entraran como "Pedro por su casa", formando una avalancha de fanáticos, lo que dio pie para que las dos puertas se abrieran de par en par, y sin revisión alguna entraran al recinto, imprevisto que trajo como consecuencia que muchos espectadores sentados no vieran bien, que se treparan en las sillas y se enojaran. "¡Qué concha! ¿Quién responde por esto?", decía una señora mayor del VIP, pero a nadie le importaba, pues la cosa era buscar un puesto. Solamente se escuchaban expresiones como: "Esto es imperdonable", "no hay seguridad", "esto no puede ser", comentarios que demostraban la ira de un público que sólo quería respeto, no importa cuánto pagó, pues todos lo merecían, desde los que pagaron B. 200 hasta los de 25.00. Las quejas seguían y muchos se preguntaban: ¿dónde está la seguridad? Bueno, luego de un rato apareció. Lastimosamente, muchos de los que entraron en ese momento quedaron de pie, que en su mayoría, reiteramos, eran los de VIP. Sin duda, fue el evento del año. ¡Aclaramos!, miles de personas gozaron sin estrés, pero no puede volver a pasar, aunque Luis Miguel sea un divo.
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