Yo, al igual que muchos panameños, crecí y desayuné escuchando buena radio. Antes era un ritual informativo sentarnos a tomar el café escuchando RPC Radio, KW Continente, Radio Mía, La Exitosa o el Cañonero de Domplín. Algunos, mientras nos uniformábamos para ir a la escuela y, otros, mientras se vestían para ir al trabajo. Todos salíamos informados y cada uno sacaba su conclusión sobre lo que pasaba en el país.
Si usted quería escuchar buena programación musical sin interrupciones, solo tenía que sintonizar Stereo 89, Radio Mil, Omega Stereo, Stereo Continental o Stereo Azul y era una delicia porque sus locutores intervenían, no encima de la canción, y sólo lo hacían para ilustrarnos sobre el "currículum vitae" del intérprete o una breve introducción del tema.
De un tiempo para acá, trasladamos la moda de otros países de llevar a la televisión los programas de radio y ahí nació lo que yo denomino el demonio radial: los asesinos de la radio. Sí, los locutores y Dj's de radio que se creen presentadores de televisión y han olvidado el juego de la imaginación que es la radio y la responsabilidad que eso conlleva. Olvidaron que antes era un reto para cualquier locutor que se respetara mantener una buena sintonía solo con su voz y buena música. Olvidaron que son contratados para llevarnos lo mejor de la música, divertirnos y hoy día desarrollan un papel mediocre, irresponsable, vulgar, que desinforma, que malforma y que no son ejemplo para nadie.
Usted, tómese -sin pasiones- unos días para escuchar ciertas radios, muy especialmente las de música popular como reggae, salsa, merengue, haitiano y podrá, literalmente, quedar excitado. Quedar ardiendo de pasión y lujuria si no tiene conciencia de que está escuchando a personas irresponsables a las que se les ha regalado la licencia de locución. El léxico sexual de cloaca utilizado por algunos seudo-locutores y lo que es peor, locutoras, se limita a sexo, lujuria, morbo, sexo y más sexo. Emiten sonidos inarticulados para dar la sensación de que están teniendo relaciones sexuales en la cabina de radio y además, apelan a que usted se los imagine. Abren los micrófonos e invitan a mujeres calientes, alborotadas a que les digan cosas ardientes al aire y ambos (locutor y radioescucha) inician un coqueteo sexual y vulgar. Ejemplos sobran. Uno de ellos le preguntaba a una radioescucha qué tenía puesto, en qué lugar de la casa estaba, si estaba desnuda y, si no, qué color de ropa interior tenía. Ella, obediente, le respondía con voz de 'callgirlhot'.
¿Sabe usted qué es lo grave de esto? Sin caer en el puritanismo, que eso lo hacen en la mañana (cuando su hijo va en el colegial), en la tarde (cuando su hijo regresa en el colegial). No hay horarios que les impida, a los alborotados estos, pensar que puede haber menores de edad escuchándoles. No hay autoridad gubernamental que le ponga un "stop" (alto) a la vulgaridad en la radio y mucho menos propietarios de radios que les importe lo que dicen sus "seudo-famosos" locutores en sus frecuencias, porque no les interesan los valores. Así de sencillo.
Mucha de la mala fama que tiene el reggae y el reguetón se le debe a los propios locutores de radio que tergiversan por un lado las letras con doble sentido, explotan las más vulgares y promocionan a los cantantes más vulgares que existan en el momento. Aunque digan lo contrario, la radio está carente de valores, inclusive más que la televisión. Estos "locu-alborotados" son asesinos de la buena radio y del buen gusto. Con esta columna, el que se pica, es porque ají come... ¡y sé que sobrarán los picados!