Entre risas y picardías. María Hernández, de 49 años, formaba parte de la interminable lista de desempleados que hay en Panamá. Pero se le ocurrió trabajar y disfrutar del arte que más aprecia, la pintura. No... María no es pintora, pero trabaja desde hace un año y medio vendiendo obras de arte de los pintores panameños, Roberto William y Edgardo López.
NADA DE PENA
Contó que un día iba caminando y pasó por el puesto de venta de pinturas, en el que hoy trabaja, y le preguntó al encargado si necesitaban a alguien. Efectivamente requerían a una persona que se hiciera cargo del lugar.
Su "modus operandi" para la venta de las pinturas es un poco riesgoso. Ella vende las pinturas al contado y al crédito. Cuando las entrega a plazos, debe ir a cobrar a la casa del cliente y en ocasiones la gente se muda sin dejar rastro. Abuso de confianza
SUEñA CON SER PINTORA
"Si tuviera oportunidad de volver a nacer quisiera ser pintora", dice María. Para ella, pintar es un don y "ojalá Dios me hubiera regalado a mí ese talento".
Con su trabajo mantiene y educa a Mily, su hija de 12 años. Mily pinta, pero si ella decide hacerlo toda la vida, la apoyaría.
A María le encantan todas las expresiones artísticas, pero deleita con mayor intensidad la pintura. Prefiere el surrealismo y en la técnica el óleo.
Piensa que los turistas aprecian más los cuadros, que ella vende, que los panameños.
EN LA BATALLA
Hace 10 días María se enteró que tenía diabetes. "No me lo esperaba, ha sido un golpe muy duro para mí", destacó. A pesar del fortuito caso, María se muestra tenaz y luchadora ante la vida. "No pienso dejarme vencer", expresó.
PREOCUPADA
María dice que el gobierno debería ayudar a la promoción de la cultura, creando salas de exhibición.
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