Los peregrinos arriesgan sus vidas en el peligroso tráfico que hay hacia Portobelo. (Foto: ERICK MARCISCANO / EPASA)
Jesús Simmons
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"Negro, allá voy". Para Bernabé Conte, de 36 años, no hay fecha más importante en su vida que el 21 de octubre, día en que le ofrece sus mandas al Cristo Negro de Portobelo.
Su devoción por el "Negro", como le llaman los feligreses, nació hace 29 años, porque una de sus hermanas tenía pus alrededor del corazón.
Su fe fue puesta a prueba hace cuatro años, con una rara enfermedad que padecía su pequeño hijo y que los doctores nunca le pudieron detectar.
Para dar con el misterioso mal, los galenos le sacaron un líquido de la cabeza y de la rodilla al pequeño para enviarla a Estados Unidos, pero tampoco pudieron encontrar qué era lo que tenía.
Ante esta situación, Bernabé se encomendó al Cristo Negro, al que le prometió caminar a Portobelo si su hijo se curaba.
Milagrosamente, el niño sanó, por eso desde la entrada del pueblo este creyente se arrodilla y camina hacia la iglesia para mostrar su fe ante el milagroso santo.
Así como Bernabé, miles de peregrinos caminan a su encuentro con el Cristo Negro de Portobelo, sin importarles las largas distancias y los peligros a los que se exponen en la carretera.
Él iba por Las Lajas de Las Cumbres con rumbo a Portobelo, con tres amigos, pues así son menos vulnerables a los peligros.
VALOR
Una túnica no tiene precio, pues pueden costar hasta B/ 400.00 o mucho más para los peregrinos.