Cuentan que un humilde zapatero ten�a la costumbre de hacer siempre sus oraciones en la ma�ana, al mediod�a y en la tarde.
Se serv�a de un libro de plegarias, porque no se sent�a capaz de dirigirse al Creador con sus pobres palabras. Un d�a, se sinti� muy mal porque, estando de viaje, olvid� su libro.
Nuestro buen zapatero le dijo entonces a Dios: "Perd�name, Dios m�o, porque necesito orar y no s� c�mo. Ahora bien, ya que T� eres un Padre de amor voy a recitar varias veces el alfabeto desde la a hasta la z, y T� que eres sabio y bueno podr�s juntar las letras y sabr�s qu� es lo que yo te quiero decir".
Cuenta la historia que ese d�a Dios reuni� a sus �ngeles en el cielo y les dijo conmovido que esa era la m�s sincera y la m�s bella de las oraciones que le hab�an hecho en mucho tiempo. Una oraci�n con las cualidades de la plegaria que hace milagros, cierra heridas, ilumina, fortalece y acerca los corazones, es decir, una plegaria humilde, confiada, sincera y amorosa.