Es rarísimo que un país tan desarrollado y bien dirigido como Taiwán, se quede con los brazos cruzados cuando se le dice que su dinero (¡y millones de dólares!) no fue usado del todo bien por los gobernantes de otra nación que se llama amiga.
Ya de por sí fue extrañísimo que Taiwán permitiera que sus dineros oficiales fueran usados por una fundación privada, que nunca fue auditada por la Contraloría General.
Ayer en la esquina no se hablaba de otra idea que no fuera el descubrir que es una cosa muy sabrosa y cómoda, esa de tener una nación como Taiwán que te regala plata y no te pide cuentas.
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