"Yo no me busqué esto, pero tengo que seguir mi vida. No me quejo, porque Dios me dio una oportunidad y la vida no tiene precio". Esta es una de las frases que siempre destaca la enfermera Lidia Atencio, cuando sale a la palestra pública. Ella es una de las sobrevivientes que estuvo más de un mes interna en el Hospital Santo Tomás por la gravedad de las quemaduras que tuvo en el bus Corredor-Mano de Piedra 8B-06, aquel funesto 23 de octubre de 2006, donde fallecieron 18 panameños calcinados.
MARCADOS PARA SIEMPRE
Pero ¿se ha preguntado usted, cuántos cambios, además de físicos, le ha dejado a Atencio y a otros sobrevivientes ese accidente nunca antes visto en Panamá? Al parecer, hay un sabor amargo que difícilmente pasará ante la manera como las autoridades han manejado este tema y los supuestos cambios a la ley del transporte. Tanto los familiares de las víctimas, como los sobrevivientes coinciden en que esta tragedia no debe quedar impune.
UNA EXPERIENCIA DE DOLOR
Lidia estuvo hospitalizada desde el 23 de octubre hasta el 7 de diciembre del año pasado. Al menos, pudo pasar el Día de Las Madres en casa, junto a sus pequeños Olga María y Jesús Elías. Aclaró que aún no ha sido sometida a ninguna cirugía, pero sabe que necesita de esas intervenciones quirúrgicas en las manos, dedos, en la palma de las manos y en la muñeca, pues perdió mucha movilidad. Sólo le pide a Dios que cuando tenga que volver a un hospital, salga rápido para regresar a su trabajo. Mientras tanto, asiste cuatro veces por semana a la Asociación Panameña de Asistencia a Niños Quemados (APANIQUEM) para recibir su terapia. Así ha logrado mantener la movilidad en varias de sus articulaciones, pero reiteró que el proceso es doloroso.
Considera que, en comparación con Luis Contreras, otro de los afectados, la piel de él ha evolucionado mejor.
APOYO DE AMIGOS
Esta enfermera contó que toma cápsulas llamadas Venadril de 500 miligramos, para controlar la comezón en su dermis y epidermis. "La piel mía no está del todo seca, ya que tuve quemaduras hasta de tercer grado y si no tomara esos medicamentos, entonces, pasaría una noche de angustia entre la picazón y el ardor". Afirmó que eso es lo único que le permite dormir plácidamente y que compra estas pastillas por decenas y que cada cápsula le cuesta dos dólares.
Lidia estudió en el Instituto José Dolores Moscote y sus compañeros de bachiller, de la promoción de 1984, son los que hacen actividades y le ayudan a comprar las pastillas, cremas, jabones y otros medicamentos. También sus compañeros del Hospital del Niño le tienden la mano.
MENOS DE SU SALARIO
Luego del accidente, Lidia cobró dos meses su salario completo. De allí en adelante sólo le reconocen el 60%, es decir, 410 dólares mensuales de un total de 700 y quizá estuviera ganando más, pues la escala salarial de los denominados "ángeles blancos" se lo permite, pero como no está laborando ha dejado de recibir ese beneficio.
EL PAGO DE SU CASA
Cobrar por Riesgo Profesional ha ocasionado que Atencio deje de pagar la letra de su vivienda, pues ese gasto era compartido con su esposo. Ahora, él paga sus cuotas al día y ella sólo cubre los intereses, situación que a su criterio nunca dejará de pagar la casa en que vive, pues los pagos que recibe no se los entregan a tiempo.
Recordó que tras el accidente la promotora de vivienda le llamó a su casa y ella le explicó que era la enfermera que sobrevivió al bus incendiado y le dieron una moratoria de seis meses. Pero allí no termina la lluvia de adversidades en casa de Atencio, ya que el muro que está detrás de su hogar está por colapsar debido a que muy cerca pasa un río.
UNA PROMESA MAS
El 5 de junio de este año, Lidia Atencio y Luis Contreras tuvieron una reunión con el presidente de la República y, según la enfermera, "él me dijo que iba a hacer lo posible por ayudarme en la casa. En esa ocasión nos dieron 600 dólares a cada uno, me ayudaron con el vestido, parte de los medicamentos y con el transporte, pero eso ya pasó". Añadió que se comprometieron a llamarla, pero aún no ha recibido ese reporte.
LA ACEPTACION
Recuerda que al principio le costaba verse en el estado en quedó. No obstante, expresó que no es una persona vanidosa, pero ha aprendido a convivir con sus cicatrices.
Aseguró que no ha sentido rechazo, empero, admitió que la sociedad no está acostumbrada a ver a una persona quemada y eso es lo que deduce de las miradas que recibe.
OTRA PRUEBA DIFICIL
"Cuando empecé a usar la máscara me sentía como un monstruo. Yo lloraba, porque no me adaptaba a eso". Actualmente usa una pieza que le cubre parte del rostro, pero siempre tiene que estar con vendas en los brazos y unas medias especiales en las piernas.
Mencionó que algunas personas le hablan que si le dan dinero, pero ella les explica que nada de eso le devolverá la felicidad que tenía anteriormente ni su imagen corporal, pero por todo esto le da gracias a Dios.
ANSIAS DE SERVIR
Lidia espera volver a su trabajo, pues explicó que cuando uno estudia lo hace con el propósito de servir a los demás, "aunque muchas personas estudian profesiones, pero viendo el lado económico". A veces visita su puesto trabajo en el Hospital del Niño, que es la entidad que la transporta de regreso a casa, luego de recibir sus terapias. Ella informó que es su esposo quien la lleva hasta APANIQUEM.
Añadió que tras el suceso no sabe lo que es montarse a un bus de corredor. Los ve y no le da pánico, pero si tuviera que subir en uno admite que no lo ha superado.
"Pienso que si esa vez me salvé, otro día no tendré esa misma suerte, sólo nos queda encomendarse a Dios".
¿PENSIONADA, YO?
Acotó que muchas personas le preguntan si está pensionada y su respuesta es: "Esa palabra todavía no entra en mí, me siento joven y con lo poco que puedo hacer me siento útil. No podré estar inyectando, pero podré hacer otras actividades". Esa es una de sus grandes aspiraciones. Sin embargo, sus pilares son sus hijos, a quienes a veces se les olvida su estado y la abrazan o la besan, pero opta por callar aunque precisó que le incomoda el simple roce de la ropa. "Son cosas que le parten el corazón a uno, pero nada de eso lo puede comprar el dinero", reiteró.
¿Y LA LEY DEL TRANSPORTE?
Estimó que no habrá muchos cambios en este sector, pues ve la ley como quien se quita un vestido y se pone otro, pero enfatizó que los usuarios merecen un mejor servicio, pues son la mayoría.
SU VIDA CAMBIO
Otro de los sobrevivientes del bus quemado es el ebanista Luis Contreras, que fue sometido a siete operaciones mientras estuvo hospitalizado. Además se le hizo diálisis y limpieza en los pulmones por la inhalación de humo y las quemaduras que tuvo.
Contreras no toma medicamentos, pero utiliza dos cremas por semana y cada una le cuesta B/.6.30. Al mes tiene que gastar B/.50.40.
También usa jabón Ulcerina en líquido cuyo costo es de B/.8.90.
Al parecer, Contreras le ha dicho temporalmente adiós a la ebanistería, pues desde hace 15 días fue asignado al departamento de Servicio Generales de la Presidencia de la República. No obstante, pasó casi nueve meses sin recibir ingresos para su familia.
Sobre la Ley 269 del transporte afirmó que ni este ni otro gobierno lograrán cambios significativos para los usuarios, ya que a su criterio las modificaciones que se han hecho es puro maquillaje.
EN AGENDA
Mañana estarán desde las 6: 00 a.m. en el lugar de la tragedia. A eso de las 7: 30 develarán una placa en honor a las víctimas. A las 9: 00 a.m. habrá una misa en Catedral y a las 6: 00 p.m. otra misa en la iglesia Don Bosco, que será oficiada por varios obispos de la Conferencia Episcopal de Panamá.
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