"Es la misma historia de siempre", comenzó ella un momento después. "Nosotros ponemos el hambre para que coman los otros. Es la misma historia desde hace cuarenta años". Gabriel García Márquez

¿Quién fue Víctor Rodríguez Sagel? ¿Qué es La Madrugada es un Gato Furtivo? ¿Por qué Celia se esconde tras un vaso? Estas preguntas señalan, precisamente, el dilema entre la creación literaria y su respectiva promoción. Víctor fue un excelente escritor panameño, cuyo pequeño y maravilloso libro de cuentos: La Madrugada es un Gato Furtivo, y Celia, personaje reiterativo en dicho cuentario, no recibieron ni las luces ni los aplausos que se merecían. Fue ignorado en vida y ahora en su muerte, prácticamente ha sido olvidado. ¿Por qué se dio esta deleznable situación?

Todo escritor aspira a profesionalizarse. Más que buscar las respuestas, plantearse las preguntas. Se preocupa por forjar su cosmogonía y desea ser coherente con un discurso estético. Se adueña del yunque y mazo de Hefesto. Pero ese proceso puede sufrirlo un escritor y no necesariamente ser reconocido por la sociedad a la que pertenece. Toda esa evolución es individual y muy íntima.

Entonces, ¿tanta claridad es una pérdida de tiempo? Nada hay tan sano como llevarse bien con la realidad, y ella nos indica que una obra excelente sólo brilla si se promueve. Eso significa hacer un esfuerzo extra. Sin promoción la literatura es una institución incompleta. Ella construye el puente entre escritor y lector. Pero, ¿quién debe hacerla?

En Panamá, hasta ahora, son los autores los responsables de crear y promover la literatura. Es decir, repican la campana y cargan el santo en la procesión. ¡Qué lío! ¿Verdad? Como que falta una figura independiente que únicamente se dedique a la promoción. Falta el promotor o manejador o representante literario o como quiera llamársele. Tal vez la ausencia de ese personaje es la responsable de lo poco difundida que está en Panamá la literatura de Panamá. El fútbol y otros deportes ya demostraron la eficacia de los promotores profesionales. ¿Cuándo le tocará el turno a las letras?