El color blanco era la característica en el vestuario de amigos y familiares del padre Pedro Marín, quien fue despedido ayer en una ceremonia muy emotiva. Los antoneros dieron el último adiós al sacerdote consagrado a las comunidades y cuya característica era la humildad y el amor al prójimo.
Fundó más de 50 capillas en Antón. Caminaron desde la casa del padre hasta la Iglesia, en donde le ofrecieron un homenaje póstumo, en presencia del obispo de la Diócesis de Penonomé, monseñor Uriah Ashely, y otros sacerdotes de la provincia.
El cuerpo permaneció por unas horas en la casa del padre. Luego, en una caminata por las calles de Antón con ofrendas florales, lo llevaron hasta la Iglesia San Juan Bautista para iniciar a las dos de la tarde la misa, y luego darle cristiana sepultura en el cementerio de Antón.
Mientras se mantenía el cuerpo en capilla ardiente, llovía. Esto, para los antoneros, era la bendición del sacerdote que dejó un legado y una misión que había que cumplir: seguir trabajando por las comunidades y, sobre todo, por los campesinos que tanto lo necesitan.
Aquiles Sánchez es vicario de la iglesia de Antón y, para él, este sacerdote se describía como un hombre humilde que trabajaba por el campo, por los enfermos y por las personas mayores.
Por su parte, Aurelio García Pinzón, sacerdote y amigo del padre Marín, dijo que él siempre se preocupó por servir y que su característica era su sencillez.
"Él no gustaba de lujos o de ostentación, él era sencillo y así fue su vida: eso es positivo y siempre debemos recordarlo", concluyó el padre García Pinzón.