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ENTRE NOS
Agonía de un chorro

Elizabeth Muñoz de Lao | DIAaDIA

Hace unos 17 años escribí un reportaje sobre el Chorro de La Chorrera que nunca fue publicado. Al menos, no como estaba redactado. ¿La razón? La editora de la sección me dijo que yo había descrito el lugar como un paraíso que no era.

Puede que sea cierto, pero en ese tiempo todavía los chorreranos podían disfrutar de sus aguas, aunque su entorno estaba descuidado y lleno de monte.

Resulta que yo lo recordaba de tiempos mejores, cuando años atrás se me pidió en la universidad que confeccionara un anuncio publicitario de un hipotético refresco que saldría al mercado. Se me ocurrió que podía ser un refresco de caña llamado "Frescañita".

Pensé que, para darle sensación de frescura al anuncio, podría tomar una foto de una cascada y recordé el Chorro de La Chorrera, al que nunca había ido, pero que había visto dibujado en un bus.

Me fui a La Chorrera y me encontré con una inmensa cascada cristalina y un charco divino para bañarse. El anuncio me valió una A, pero nunca se me olvidó la belleza del lugar.

Cuando hace 17 años volví, no estaba en buenas condiciones, sin embargo, yo vi lianas y árboles inmensos a su alrededor. También noté que sus aguas seguían tentando al bañista y que sentarse en las rocas mientras los chorros de agua caían sobre el cuerpo, era una delicia para los sentidos.

En aquel entonces hice un llamado a las autoridades para que acondicionaran el lugar. Qué tristeza sentí cuando hace unos días fui con mis hijos allí, sólo por curiosear, y me encontré con un carro cisterna, de los usados para limpiar tanques sépticos, que vertía todo su inmundo contenido en el agua rodeada de monte y basura.

Qué lástima que seamos tan miopes que no podamos ver el potencial económico y turístico que representa el Chorro de La Chorrera para sus habitantes. Así es como se escapan los recursos de entre las manos, lo mismo que el agua entre las rocas del chorro.





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