Rey estaba enojado. Caro, su hermanita, estaba jugando en la sala con su perrito nuevo y él estaba de mal humor en su habitación.
¡Él no entendía por qué, si Caro podía tener un perrito, él no podía tener un gatito!
El papá cuando vio la cara triste de su hijo dijo: "Rey, no tienes razón para comportarte así. Tú tuviste la misma oportunidad de tener un gatito como la tuvo Caro de tener un perrito. Si hubieras cuidado tu pez dorado, te hubiéramos permitido conseguir un gatito. En vez de cuidar tu pez dorado, dejaste de limpiar su pecera y de alimentarlo. Caro tuvo que encargarse de su cuidado".
"¡Pero a mí no me gusta el pez dorado!", lloró rey.
"No te tiene que gustar el pez", dijo el papá. "Pero sí tenías que cuidarlo bien si querías un gatito. Si no te podemos confiar el cuidado de algo pequeño, ¿cómo podremos esperar que cuides de algo más grande como un gatito?"
El papá se detuvo, luego añadió: --"¿Sabes?", a menudo así también es como Dios obra".
"¿Qué quieres decir?", preguntó rey. "¿Quieres decir que no debo pedirle un gatito?"
"No, pero estoy diciendo que por norma general, Dios primero le confía a sus hijos tareas pequeñas", respondió el papá. "Yo conozco de personas que soñaban hacer cosas grandes para Dios, pero les hacía falta la disciplina para terminar las cosas pequeñas, ayudar a un vecino, o hacer un trabajo ahí donde estaban.
Rey entonces dijo: "¿Papá?, ¿puedo tener de regreso mi pez dorado?". "¡Hummmmm!", dijo el papá, "supongo que lo podemos traer de nuevo".
|