La vida no le dio hijos, pero sí le prometió una vejez digna, que le era negada.

Aquilina Jiménez, una adulta mayor de 74 años, vivía entre el fétido olor de cinco canes, sin suministro de agua potable y sin atenciones médicas, pese a que es una discapacitada mental.

En su pequeña casa en El Valle de San Isidro, San Miguelito, pasó, quizás, sus mejores años de juventud, pero las condiciones poco adecuadas donde vivía, para una persona de su edad, le daban la espalda.

No estaba sola, la acompañaba su esposo Calixto Cerrud, de 85 años, que por su condición de octogenario no era la persona apta para cuidarla.

Ante esta situación Catalina, la hermana mayor de Aquilina, luchó los últimos años para que su cuñado la dejara atenderla, al punto que en principio una trabajadora social de la CSS, la nombró como administradora de la pensión de su hermana, de 87 dólares.

Situación que irritó a Calixto y algunas veces le impedía llegar a su casa; no obstante, Catalina fue perseverante en medio de amenazas, hasta que por medio de DIAaDIA, la Dirección de Adultos Mayores del MIDES logró que la reubicara en una institución de protección familiar para garantizar una calidad de vida.

Aunque el trabajador social le propuso a Calixto que se internara junto a su esposa al mismo hogar, éste la rechazó, destacando que "nadie lo sacaría de su casa".

LLEGADA

Era la segunda vez que eramos testigos de las malas condiciones en que estaban, más Aquilina que dormía en una cama donde la base eran cuatro bloques y el baño era insalubre.

En ambas oportunidades Calixto, con su fuerte carácter y poco amable, nos atendió al paso de mil preguntas, algo que quedó atrás porque a Aquilina se le pinta una vida nueva.

RIESGO SOCIAL

Así se clasifica este caso, por la mala alimentación que llevaba y el riesgo al que se exponía.