Es una fiesta rodante. En una esquina de la avenida Balboa, un grupo de 45 jóvenes espera ansioso la llegada de la fiesta sobre ruedas. Todos portan un mismo color de suéter y fuman un cigarrillo para iniciar la velada. Al rato, un vehículo extravagante y "modificado" se detiene a un costado de la acera. Eso atrae la mirada de los invitados y las luces se apoderan de la noche. ¡Ya llegó!, expresó Julia, una de las damas que gozaría de la farra.
Uno a uno entra al autobús, mientras que el volumen de la música alerta el inicio de la rumba. La noche está nublada, pero eso no impide que los tripulantes del bus bajen la guardia, ya que en su apariencia denotan sed de diversión y, sobre todo, muchas ganas de que inicie "el arranque".
SE TOMAN LAS CALLES
¿Quién regula esta actividad comercial? ¿Cumple este bar rodante con los impuestos al Estado? ¿Cuentan los pasajeros con medidas de seguridad? Estas interrogantes serán resueltas en esta investigación que realizó DIAaDIA durante una travesía por las principales calles de la capital, a bordo de uno de estos sicodélicos buses, conocidos como "chivas parranderas".
En busca de entretenimiento
En los buses se compite con discotecas, bares y karaokes. Se dice que las chivas parranderas, por ser una innovación en la industria del entretenimiento nocturno, son muy cotizadas. En ellas no se reserva el derecho de admisión, pues los requisitos de ingreso son: tener una ocasión especial, (cumpleaños, fiestas, despedidas de soltera, reuniones, graduaciones, etc.), y un grupo de amigos que quiera "pasarla bien ".
LA SEGURIDAD
El recorrido comenzó en Calle 50, a las 10: 30 p.m., al ritmo reggaetón. A 20 km
h, Julia Arosemena, una de las pasajeras de 20 años, hace un reconocimiento visual en medio de las luces láser que iluminan la oscuridad interna del bus. Luego, detiene su mirada en una ventana amplia, que aparte de las aberturas laterales del bus, es lo que más se le asemeja a una salida de emergencia. "Casi nunca me subo en un bus, pero cuando lo hago, trato de fijarme por dónde puedo tirarme, por si se quema", manifestó.
SU ESTRUCTURA
Se trata de un bus normal, cuya estructura ha sido modificada, no tiene paredes laterales. No hay barandas de donde agarrarse, sólo de tu compañero de baile. Los cambios eléctricos en el bus son notables. Para animar la fiesta a sus clientes, los empresarios utilizan ciertos valores agregados: las luces láser, cámaras, flashes, consolas del mixer. Hasta el micrófono inalámbrico requiere para su instalación de alteraciones eléctricas.
La supervisión y seguridad
Miguel Martínez, secretario general de la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT), explicó que ellos deben velar por las medidas de seguridad en los buses de transporte público, no así en los que se dediquen a esta actividad comercial. Agregó que no le corresponde a la entidad vigilar la seguridad en estos "buses rumberos", porque es una actividad turística. Según él, la supervisión se limita al cumplimiento del reglamento de tránsito. "Como el conductor no liba licor, no hay ningún problema", enfatizó.
SIN REGLAS
A eso de las 11: 30 p.m., entrando al "Causeway", José, de 21 años, pide al DJ que cambie el tipo de música. "¡Hey, pon plena!", exige, mientras que los demás apoyan su petición con gritos y abucheos.
Julia trata de incorporarse a una rueda de baile con sus amigos, en medio del estruendo, y se sostiene de una cuerda que le sirve para no caerse. Ya se ha tomado tres tragos y no deja de observar la ventana del bus por donde ha de tirarse, como contó.
Hace unos años, este negocio acaparaba a los turistas, ya que es promocionada por agencias de viajes, empresas de alquiler de carros, hoteles, etc. Ahora, "este divertido producto de entretenimiento" intenta cautivar a nacionales y extranjeros, sin distinción de edad, raza, ni preferencia sexual. De esta forma se han proliferado las empresas dedicadas a la actividad.
CONTRADICCION
Al parecer, los empresarios son los que ponen las reglas del juego. Las autoridades se contradicen en sus señalamientos en cuanto a los requisitos para el funcionamiento de las chivas parranderas. La prueba está a continuación.
Una fuente del Instituto Panameño de Turismo (IPAT), dijo que el dueño del bus modificado se debe acercar al Departamento de Transporte Turístico del IPAT y solicitar los requisitos. Cuando el empresario tiene todo lo requerido por el IPAT, se acerca nuevamente con el vehículo para que sea inspeccionado. Si cumple, se hace una nota de recomendación y con ésta el empresario debe ir a la ATTT para que le tramiten la placa de turismo. Sin embargo, el secretario general de la ATTT desconoce este procedimiento. Él aseguró que estos autobuses no cuentan con placa de turismo.
Adriana Urrutia, directora nacional de Comercio e Industrias, aseguró que no existen requisitos especiales para tramitar una licencia en este tipo de negocios. Precisó que basta con ingresar a la página web www.panamaemprende.gob.pa y llenar el formulario.
LIBRE EXPENDIO DE LICOR
Continúa la fiesta y el reloj marca las 12: 30 a.m. A esta hora, Katia, quien confesó tener 17 años, comenta embriagada: "voy a hacer mi fiesta de cumpleaños en una chiva", mientras que un movimiento brusco hace que se le derrame el quinto trago de la jornada. Pero por eso no hubo problema, el licor no hace falta en la parranda y su vaso fue reemplazado al instante por uno de sus amigos.
Según la Alcaldía de Panamá, este tipo de comercios no paga impuestos por vender licor. Ellos deben cobrar impuestos en discotecas, bares, bodegas, jardines, jorones, no así en "los bares sobre ruedas".
"Debemos vigilar a través de nuestros corregidores, que este tipo de actividades no perjudique a terceros con bulla ni escándalo", manifestó Eliécer Barsallo, coordinador de corregidores del Municipio de Panamá.
De vuelta a la ciudad, desde Amador, Julia, José, Katia y los demás integrantes de la rumba están "en fuego". El bar cumplió su misión, se supone que todos la pasaron bien. Sus vidas colgaban de un hilo, sin medidas de seguridad, exceso de licor y sin un seguro de vida que los protegiera.
RUIDO
La Alcaldía de Panamá sanciona a las personas y establecimientos que ocasionen ruido excesivo.
Hasta la fecha, nunca ha sancionado el ejercicio en uno de estos comercios.
El precio de una "chiva parrandera" es de 350 a 400 dólares por tres horas. Incluye paseo y licor.
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