Se acercaba mi cumpleaños y quería pedir un deseo especial al apagar las velas de mi pastel.
Caminando por el parque me senté al lado de un mendigo que estaba sentado en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque y me pareció curioso ver a un hombre de aspecto abandonado, mirar las avecillas con una sonrisa en la cara que parecía eterna.
Me acerqué a él con la intención de preguntarle por qué estaba tan feliz. Quise también sentirme afortunado al conversar con él para sentirme más orgulloso de mis bienes.
Me acerqué y le pregunté, ¿Caballero que pediría usted como deseo en su cumpleaños? -Amigo, si pidiese algo más de lo que tengo sería muy egoísta, yo ya he tenido de todo lo que necesita un hombre en la vida y más. Vivía con mis padres y mi hermano antes de perderlos una tarde de junio.
Cuando joven conocí una niña de la cual me enamoré perdidamente. Recuerdo ese momento y pienso que hay personas que nunca han conocido el amor y me siento mejor.
Cuando siento frío y hambre en el invierno, recuerdo la comida de mi madre y el calor de nuestra pequeña casita. Cuando consigo dos piezas de pan comparto una con otro mendigo del camino.
Mi querido amigo, que más puedo pedir a Dios o a la vida cuando lo he tenido todo, y soy consciente de ello. Puedo ver la vida en su más simple expresión.
Jamás pensé que aquel mendigo, era tal vez un ángel enviado por el Señor, me daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser humano... La humildad.