Akua Yala, un pueblo en el olvido


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Los niños juegan inocentemente en el piso de tierra.

Fotos: R.BARRIOS/R.PALACIO

  • Akua Yala, un pueblo en el olvido

    Los niños juegan inocentemente en el piso de tierra.

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  • Akua Yala, un pueblo en el olvido

    José Pérez ve con preocupación el lago.

  • Akua Yala, un pueblo en el olvido

    Los pequeños esperan días mejores.

  • Akua Yala, un pueblo en el olvido

    Viven en estas chozas construidas por ellos.

  • Akua Yala, un pueblo en el olvido

    Los niños tienen lombrices.

  • Akua Yala, un pueblo en el olvido

    Viven entre lodo y tierra, sus chozas siempre que llueve se llenan de agua.

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    Los niños duermen en hamacas.

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    José Pérez ve con preocupación el lago.

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    Viven en estas chozas construidas por ellos.

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    Los niños tienen lombrices.

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    Los niños duermen en hamacas.

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    José Pérez ve con preocupación el lago.

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    Viven en estas chozas construidas por ellos.

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    Los niños tienen lombrices.

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    Los niños duermen en hamacas.

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    José Pérez ve con preocupación el lago.

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    Los niños tienen lombrices.

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    Los niños duermen en hamacas.

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    Los niños duermen en hamacas.

Roxana Palacio - DIAaDIA

Eran las 9:00 a.m., y caía una pertinaz lluvia sobre Akua Ayala, una comunidad que está ubicada en la comarca Guna de Madungandí, a 15 kilómetros de la ciudad de Chepo, a orillas de la carretera Panamericana, específicamente, en las inmediaciones del puente sobre el río Bayano.

José Pérez estaba acostado en una hamaca dentro de su choza, hecha por él mismo, donde evidenciaba las precarias condiciones en las que se encuentra. El piso es de tierra, y por la lluvia que caía, poco a poco se convirtió en lodo; pero eso no era impedimento para que su nieto Carlitos jugara allí sin ropa, con su perrito “Cacho”.

Pérez explicó al equipo de DIAaDIA la situación en la que él y todos los residentes de ese pueblo olvidado se encuentran. Esto lo tiene triste y preocupado, pues después de haber perdido todo hace dos años por las inundaciones, aún esperan ayuda, y temen nuevamente sufrir los embates de la naturaleza.

Al pueblo solo llega agua potable una vez a la semana, en un camión cisterna, sin embargo, solo sirve para cocinar y beber, por lo tanto no tienen de otra que bañarse y lavar a orillas del lago, que está contaminado con heces y basura.

Al llegar a la siguiente morada, los niños salieron corriendo y felices, para dar la bienvenida a DIAaDIA, ya que para ellos fue sorpresa ver cámaras fotográficas en el lugar. Inocentemente brincaban de un lado a otro, y en el lodo jugaban al maestro con un libro de ciencias naturales, pero era evidente, por sus barriguitas infladas, que tenían lombrices. Lo que no tenían era ropa para vestir.

Abigail, de tan solo cinco años, decía contenta: “traen arroz, quiero comer arroz, me gusta, pero mamá no puede comprarlo”.

En tanto, en el fogón se cocinaba una crema y Silviana, la madre de uno de los niños, los llamaba a desayunar, pero ellos no dejaban de jugar, estaban felices.

Silviana López, con su bebé en brazos y una mirada de tristeza, dijo no entender cómo pueden tenerlos tan olvidados, cómo nadie se acerca a la comunidad a ver cómo pudieron volver a formar sus hogares después de la tragedia del 2010 cuando se inundó todo; cómo solamente reciben agua una sola vez a la semana, pues la turbina está dañada desde hace dos años y no la han arreglado.

Para ellos, el agua potable no existe, deben conformarse con la que llega cada miércoles en el cisterna.

Los niños no comen bien, muchos ni siquiera lo hacen, pues lo poco que tienen y que consiguen por medio de la pesca, no alcanza para tanto. A duras penas comen una vez al día, no ven el arroz, ni frijoles, sus días son de crema, plátano y yuca que cosechan, dijo con dolor Silviana.

En las mismas condiciones, se encuentra la familia de Lupe González. Ella tiene cuatro niños, y con lo que gana vendiendo sus molas hechas por ella misma, en su choza de paja, tierra y mangles, solo ven dos platos de comida, con suerte.

González reconoció que sus hijos tienen lombrices y que la panza agigantada que tienen es por su mala alimentación. Sueña con poder darles algo mejor, pero lamentablemente no puede.

En su choza no hay camas, solo hamacas, y colchones regados en el piso; las niñas y los bebés duermen en el piso frío y mojado, y sus cuerpecitos están llenos de ronchas, producto de la suciedad.

Mientras llueve fuertemente en Akua Ayala, crece la preocupación por un nuevo desborde del lago Bayano.

Ante la falta de agua potable, no les queda de otra que bañarse en el lago contaminado, pues hacen sus necesidades biológicas allí.

No poder brindarles a los más pequeños ropa y una vida digna, es lo que no deja vivir en paz a un pueblo que ha perdido la esperanza.

 
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