Cuando salí del pueblo donde crecí, el cura me dio estos consejos que hasta hoy, siendo ya médico y abuelo, me acompañan. Gracias a ellos, pude sobrevivir en la ciudad.
El cura me dijo: "Reconoce que nada es perfecto, sólo Dios, y a veces es bueno admitir un margen de error y contrariedades en nuestros planes. Aprende a estar preparado para esos golpes de la vida, y no seas perfeccionista.
Ten siempre ilusiones y metas, que son la razón para vivir. Uno de los medios más fáciles para caer en depresión es el de no tener razones profundas para vivir, encontrar la vida vacía y sin contenido.
Hay que mantenerse siempre ocupado. El ocio es la madre de todos los vicios.
Perdona siempre a los que te han ofendido; nunca guardes rencor o resentimientos. Debes liberarte del odio; si no, la persona que te ofendió se convierte en una obsesión. Te deprimirás si esa persona triunfa, y si ella fracasa, te alegrarás con una satisfacción morbosa que al final te llevará a la frustración y tendrás remordimientos de conciencia.
La palabra de Dios contiene todos los elementos necesarios para producir en ti grandeza, alegría y entusiasmo. Si todos los días lees y vas apuntando esas frases que más te impacten, irás notando un crecimiento, más seguridad y fortaleza.
Y, sobre todo, trata de ser buen ejemplo para los demás.
|