Literalmente. Al entrar a la casita de Yorlenys López, en San Juan de Dios de Tanara, no hay para donde coger y es que el espacio es sumamente reducido. En una esquina, está el banquito con la estufa de dos quemadores; enfrente la cama con un colchón carcomido por los años y con los resortes salidos, que sirve para darle refugio al sueño de cuatro personas.
Allí vive Yorlenys, de 17 años, junto a su esposo Jean y sus dos hijos, una niña de 2 años y un bebé de 20 días de nacido, quien no tenía nombre el día que la visitamos.
Sus necesidades son muchas y saltan a la vista. Confiesa Yorlenys que no tienen un servicio, solo un lugar donde bañarse, porque su esposo únicamente consiguió un pedazo de zinc y "como él se queda sin trabajo, ni modo". Tienen tres años de vivir en este ambiente y subsisten sólo con la ayuda de los padres de ella y de algunas personas que se apiadan de su miseria. Cuenta Yorlenys que se mudaron de imprevisto, pues después les quitaban el terreno. Mientras, allí están, con todo y que cuando cae la lluvia, el agua azota tanto dentro como fuera de la casa.
CAMARONES
Jean, el esposo de Yorlenys, trabaja eventualmente como ayudante de albañilería.
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