Dedicación. A pesar de que Etanislao Solís es jubilado, nunca ha dejado de trabajar. Y es que este señor, de 77 años, ha laborado desde que tenía 17. "Mis padres me dejaron una herencia: el amor al trabajo", comentó. Ese legado de esfuerzo y laboriosidad se lo ha traspasado a sus tres hijos. "Desde chicos, les enseñé a mis hijos que la plata cuesta", manifestó. Hoy ellos son adultos, trabajan para ganarse el pan de sus mesas y mantener a sus vástagos.
Cuenta Etanislao que espera que sus hijos le enseñen a los suyos lo mismo que él les enseñó, "a trabajar duro".
ALGODONES
Con una sonrisa ingenua, como si se tratara de un niño de siete años, ofrece al público su producto. Él vende por todas las calles del país algodones de azúcar.
Todos en algún momento hemos sentido ansias de comer los algodones de azúcar, cuyos colores provocan arrebatarlo de las manos al que los vende. "No solamente los niños me compran, los adultos también", informó.
Pese a sus años, recorre los principales puntos del país, las ferias y actividades especiales que se den durante el año para aprovechar la aglomeración de gente.
Etanislao lleva nueve años en este negocio y no ha dejado de comerse al menos uno al día. "Yo estoy viejo, pero no tengo achaques", expresó entre risas. Me gusta ver cuando los niños disfrutan de los algodones, afirmó. Según Etanislao, los adultos se vuelven chicos cuando se comen un algodón. Este señor es proveniente de Palma Bella en Colón y es un digno ejemplo de esfuerzo y dedicación.
IRRESISTIBLES
Tanto niños como adultos saborean los algodones de azúcar que prepara este colonense.
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