Yo les pregunto fieles lectores, ¿cuántas veces no se han topado con algunas escenas en diversos locales del país en donde madres agarran a coscorrones hasta correazos a sus pequeños, ya sea porque se les despegaron (se perdieron) o porque tocaron algo? ¡Ufff!, me imagino que muchas.
Así como hay niños tranquilos, los hay inquietos, tremendos, de esos que hay que estar pendiente porque donde uno se descuide, hacen una trastada.
Ser padre implica una gran responsabilidad, una de ellas es el de estar pendiente a cada cosa que haga el niño, quien al querer entretenerse en un momento dado, es probable que se haga daño, pues a su corta edad no reconoce los peligros a los que se expone.
Lastimosamente no todos los progenitores cumplen con esta norma, pues en repetidas ocasiones me ha tocado ver a madres que, si bien es cierto salen con sus hijos, parecieran que fueran dos extraños, pues ella va adelante y el niño atrás, quien desesperadamente trata de seguirle el paso a su más fiel aliada, que en vez de hacer compras aparenta estar en un competencia de relevos, pues camina a pasos agigantados. Lo curioso es que hay veces en que no se dan cuenta de que la criatura está a casi medio metro de distancia o más, y sorprendidas por el trecho que los separa, tienden a gritarles hasta golpearlos por haberse separado o porque no caminan a su lado.
Posterior a esto el llanto del niño embarga mi corazón y ocasiona un nudo en mi garganta, al ver la manera tan cruel en la que deciden "corregir" al infante.
¿Es tan difícil tomar su mano y guiarlo para que vayan a la par? Pareciera que sí.
Es en esos momentos en donde los pequeños se pueden perder o, peor aún, se los pueden robar, pues cómo es posible que se esté vigilando a un niño si se está más pendiente de la última colección de equis almacén.
Solo soy una jovencita, como me dice mi madre, pero hay actitudes que considero erradas y esta es una de ellas.
