Llega otro 2 de noviembre, día de los difuntos, y aún San Miguelito sigue esperando por su cementerio. Parece mentira que en pleno Siglo XXI, un distrito con una población y un desarrollo descomunal, no cuente con un lugar donde enterrar a sus muertos, y tengan que recorrer grandes distancias para poder cumplir con ese doloroso requisito. Llegar hasta Utivé o el Cementerio Amador resulta oneroso e incómodo para los dolientes. Es inconcebible que hasta el pueblo más remoto del país tenga un camposanto, no así San Miguelito, ubicado justo en el área metropolitana. Problemas con los terrenos destinados para tal fin, asociados a reclamos sobre a quién corresponde o no la concesión de esas tierras, han llevado a sus pobladores a hacer sacrificios para darle el último adiós a los suyos. Ya es tiempo de que esto llegue a su fin e instalen el cementerio.