Mariana estaba feliz con el regalo de un juego de té de color azul. Al día siguiente, Julia, su amiguita, llegó temprano a invitarla a jugar; Mariana no podía, pues saldría con su madre aquella mañana.
Julia entonces le pidió a Mariana que le prestara su juego de té. Ella no quería prestar su regalo, pero terminó haciéndolo, no sin antes exigirle un buen cuidado.
Al volver del paseo, Mariana encontró su juego de té tirado en el suelo; faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota. Muy molesta Mariana se desahogó con su mamá sobre este inconveniente y quería una explicación, pero la madre cariñosamente le dijo: "Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavar el vestido, pero tu abuelita no te dejó. ¿Recuerdas lo que dijo tu abuela?
Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil de quitar. Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo".
Mariana se calmó y al rato apareció Julia con una caja en las manos.
Julia explicó que un niño malcriado le pidió jugar con ella, pero como no lo dejó le destruyó el regalo prestado, por lo que ante tanta pena le contó a su madre y esta compró un juego de té igualito. "Espero que no estés enojada conmigo. No fue mi culpa", expresó Julia.
"¡No hay problema!", dijo Mariana, "mi ira ya secó", y se fue con Julia para contarle lo del vestido blanco. ¡Deja secar la ira!