La frustración _ y en algunos casos el miedo _ aumentaban el jueves entre los habitantes de la ciudad de Nueva York, tres días después del azote de la supertormenta Sandy. El tráfico se acumuló a lo largo de kilómetros a la entrada de puentes, grandes muchedumbres esperaban impacientemente por autobuses en Manhattan y los ánimos se caldearon en las colas de gasolina.
EL alcalde Michael Bloomberg dijo que la municipalidad enviaría agua embotellada y comidas preservadas a los barrios más afectados por el resto de la semana, pero muchos en Nueva York se desanimaban luego de días sin electricidad, agua y calefacción y decidieron irse.
``Todo está sucio y poniéndose caótico'', dijo Michael Tomeo, que abordó un autobús hacia Filadelfia con su hijo de 4 años. ``Se siente como que no es buena idea salir de noche. Todo está a oscuras. Estoy hastiado''.
Rima Finzi-Strauss decidió tomar el autobús a Washington. Cuando comenzó el apagón el lunes en su edificio de apartamentos en el barrio Lower East Side, en Manhattan, los seguros eléctricos de la puerta quedaron desactivados, dijo.
``Anoche había tres tipos sentados en el vestíbulo con velas, y personajes de aspecto amenazador caminando por la calle en medio de la oscuridad'', dijo. "Todo el mundo se está yendo, y eso empeora las cosas''.
La desesperación aumentaba en un día en el que se restauró parcialmente el servicio de trenes subterráneos luego de tres días de suspensión. El servicio fue restaurado a casi toda la ciudad, pero no en las partes más afectadas de Manhattan y Brooklyn, donde los túneles estaban inundados.
Los puentes de acceso a la ciudad estaban abiertos, pero la policía vigilaba el cumplimiento de una orden de viaje compartido en los coches y miraban por las ventanillas para asegurarse de que cada auto tenía al menos tres personas. La regla fue dispuesta para aliviar congestión, pero pareció empeorarlo. Los embotellamientos se extendían a lo largo de kilómetros, y choferes que llegaron a la ciudad dijeron que algunas personas se bajaron de sus coches para discutir con la policía.
Con apenas un servicio parcial de trenes subterráneos, las colas en las paradas de autobuses eran enormes. Más de 1.000 personas esperaban en las afueras de una instalación deportiva en Brooklyn para abordar autobuses hacia Manhattan.
Con los apagones y escasez de gasolina, muchas estaciones de combustible en el área de Nueva York seguían cerradas, y las estaciones que estaban abiertas tenían enormes colas de automóviles.
La decisión de reabrir el jueves los tramos no dañados del sistema de transporte más grande de Estados Unidos fue adoptada mientras el número de muertos llegaba a más de 90 en Estados Unidos, 38 de ellas en Nueva York.
Se agravaron las preocupaciones por las personas ancianas y pobres que quedaron prácticamente atrapadas en los pisos superiores de complejos de vivienda en la zona sin electricidad. Para muchos de esos habitantes, la situación se complicaba en espacios oscuros, sin ascensores ni alimentos.
El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, ordenó la distribución de comida para esos residentes. La falta de electricidad comenzaba a ser un problema mayor para muchos, pues la temperatura en Nueva York descendió a unos 4,44 grados Celsius (40 Fahrenheit), el miércoles por la noche.
El servicio ferroviario de Amtrak que reanudará el viernes la ruta entre Nueva York y Boston después de haber realizado reparaciones a los rieles destruidos por la supertormenta, anunció la empresa el jueves.
En Nueva Jersey, la otrora paradisiaca costa del Atlántico, famosa por la serie televisiva ``Jersey Shore'', quedó en ruinas. El presidente Barack Obama y el gobernador Chris Christie sobrevolaron el área devastada el miércoles, a bordo de un helicóptero.
La advertencia que emitieron otros estuvo relacionada con el calentamiento global y con la posibilidad de que las tormentas sean cada vez más intensas.
``Los próximos 50 o 100 años, van a ser muy diferentes a lo que vimos en el último medio siglo'', dijo S. Jeffress Williams, científico emérito del Centro de Ciencias Woods Hole en Massachusetts, dependiente del centro de Estudios Geológicos de Estados Unidos. El nivel del mar sube rápidamente, y las tormentas destructivas ocurren cada vez con más frecuencia, dijo Williams, quien consideró que la situación empeorará.
Frente a Nueva York, al otro lado del Río Hudson, las aguas comenzaron a bajar lentamente en la ciudad de Hoboken, donde unas 20.000 personas permanecían atrapadas en sus viviendas. La Guardia Nacional ayudaba con las evacuaciones, pero se advirtió a los habitantes que no se aventuraran a caminar entre las aguas, contaminadas con residuos orgánicos y químicos, en una región de mucha actividad industrial.
Además, las autoridades instaron a los habitantes de toda Nueva Jersey a ahorrar agua. Por lo menos 1,7 millones de consumidores carecían de electricidad en el estado, y comenzaron a estallar algunos altercados entre la gente que esperaba para comprar gasolina.
Las condiciones meteorológicas siguieron azotando la zona el jueves, aunque con una fuerza mucho menor. Se acumuló hasta metro y medio (cinco pies) de nieve en Virginia Occidental, donde los remanentes del huracán se unieron a dos sistemas invernales.
En la región, florecieron muestras de solidaridad entre la gente golpeada por la tormenta. Algunas personas dieron techo a quienes perdieron sus viviendas. Otras invitaron a los residentes afectados por la falta de electricidad o agua para que visitaran sus viviendas, a fin de ducharse o cargar las baterías de sus teléfonos celulares.