Cada año, el entusiasmo por las fiestas patrias va bajando de intensidad. Eso es palpable tanto en los hogares como en la calle. Ya son muy pocas las banderitas que ondean en los carros o en las casas. Son pocas las instituciones que adornan sus sedes con motivos patrios. Siendo optimistas, la razón puede ser la situación económica poco boyante de los últimos años. Siendo quizás más realistas que optimistas, puede que, tal como ocurre con los valores, lo bueno se ha ido perdiendo dando paso a lo superficial y lo material. Ojalá todos tomemos cartas en el asunto, o perderemos nuestra identidad.
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