DA los 70 años Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, un brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que éste apareciera y decidió por primera vez pedir un favor a su hijo.
Don Roque toca la puerta de la casa. ¡Hola, papá! ¡Qué milagro que viene por aquí! Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo. Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que ésta es tu casa. Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡Me siento tan solo! ¿Quedarte a vivir aquí? Sí..... claro...... pero no sé si estuvieses a gusto, tú sabes, la casa es chica mi esposa es muy especial..... y luego los niños... Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, alguien me tenderá la mano. No padre, no es eso... no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían... o sólo que no te moleste dormir en el patio. Dormir en el patio, está bien. El hijo de Don Roque llama a su hijo Luis, de 12 años. Dime, papá. Mira, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche. Sí, con gusto..... ¿y dónde va a dormir? En el patio, no quiere que nos incomodemos. Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos. En ese momento llega su padre. ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo? Sabes papá, estaba pensando..... ¿Pensando en qué? En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.
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