Desde que se avecina el alba, empieza su faena: arreglar las frutas de su pequeño negocio para atraer a la clientela. Francisco Batista, un humilde herrerano que buscó en la venta de frutas, vegetales y verduras una forma de ingreso, emigró de su pueblo natal visualizando mejores días.
Entre papayas, naranjas, ajos y piñas, lo encontramos como todos los días dando su mejor cara a la vida e impregnándola con positivismo, pese a que antes su ubicación era excelente para este tipo de negocio.
Aunque otros cinco vendedores lo acompañaban en una orilla de la calle, antes de llegar a Loma Cová, tres los han dejado solos, porque la apertura del Puente Centenario se ha convertido en la piedra en sus zapatos.
"Los clientes buscan la vía más rápida y se desvían, por eso han bajado las ventas", dijo.
Con afán trabaja para mantener a su familia, especialmente para los estudios de sus cinco hijos en edad escolar.
Por fortuna vive en Arraiján, pero esto ha dejado de ser una ventaja porque debe permanecer día y noche en su puesto para cuidar su mercancía. "Arriesgo la vida, puede pasar cualquier persona pensando que hay dinero y meternos un tiro", pero no deja que este temor lo obligue a quedarse en casa.
Destaca que la gente, dentro de la amplia variedad de productos, compra más la piña, naranja y la papaya.
OPORTUNIDAD
Vio en la venta de legumbres, una forma de ayudarse y contribuir con el productor nacional que necesita de alguien para comercializar sus productos.
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