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Venciendo barreras
Gabriel toca el piano desde los cuatro años de edad, cuando su hermana Jovana le enseñó. (Foto: Carlos Ortega / EPASA)

Betzaida Botello | DIAaDIA

"Soy ciego por no tener visión, pero mis ojos son mis oídos, mi sentido del gusto y el tacto". Así lo contó Gabriel Caballero Trejos, un joven no vidente, de 22 años, y oriundo de Boquete, Chiriquí.

Sus familiares le han contado que siendo un bebé presentó problemas en la vista y luego se le diagnosticó un glaucoma congénito evolutivo y pérdida total de la visión.

Todo comenzó cuando cumplió su primer año, ya que sus padres notaron que no veía, porque con las manos le mostraban objetos y él no los miraba ni los intentaba agarrar.

Le hicieron 7 cirugías en la vista, esfuerzo que le permitió ver apenas los rayos de luz por su ojo derecho. Este fue un golpe muy difícil para sus padres Gabriel e Iris, quienes se deprimieron, pues pensaron que esa patología tenía cura.

UNA EXPERIENCIA SINGULAR

La vida de Gabriel es toda una aventura y nos ofrece un testimonio digno de admirar. Él permitió a DIAaDIA contar la experiencia de un día en la vida de una persona no vidente.

Este recorrido se inició en un supermercado de San Miguelito en busca de bastones para ciegos. Si pensaban que alguien transportaba a Gabriel en auto, se equivocan, pues todas sus actividades las realiza de manera independiente. Su medio de transporte son los clásicos "diablos rojos".

¿COMO LO HACE SIN VER?

El joven chiricano explicó que todo es cuestión de tener una buena memoria para aprenderse dónde quedan las paradas cerca de lugares específicos. Algo clave para saber qué bus abordar es apoyarse de los "pavos", pues son quienes anuncian las rutas.

En esta travesía notamos que al subir el bus, el pavo no se esforzó en ayudarlo y un joven que viajaba de pie fue quien tuvo la cortesía de tenderle la mano y orientarlo. Mientras esta escena transcurría, el resto de los usuarios se limitaron a mirar.

Fue curioso notar que nadie se levantó para brindarle el puesto, cuando se supone que los primeros asientos deberían ser reservados o al menos concedérseles a las personas discapacitadas.

Al llegar al local comercial, Gabriel quiso comprar unas chancletas y de inmediato recibió ayuda, pero al parecer, ese día tuvo suerte, pues aclaró que no siempre es así. "Cuando me ayudan, a veces lo hacen para salir del paso. No todos nos dicen sobre las ofertas de los artículos y se dice que en Panamá hay igualdad de oportunidades", manifestó.

IRRADIA OPTIMISMO

Mientras Gabriel narraba su historia, no hubo un solo momento en que no dejara de sonreír. "En mi niñez sufrí bastante, porque producto de la enfermedad me daban muchos dolores de cabeza, eso no me detuvo, ya que aprendí como todo niño a jugar pelota. Mi papá le incorporó música al balón para que pudiera localizarla y jugar de forma casi normal", explicó.

Durante este recorrido, Gabriel describía los lugares como si los conociera de toda la vida. En esta travesía precisó la ubicación de los restaurantes y almacenes cercanos a nuestro paso. Aunque muchas personas lo esquivaban para no chocarlo, otras simplemente se reían de verlo, al ignorar los grandes retos que este panameño ha superado.

NO SE DEJA VENCER

Pese a su ceguera, Gabriel posee un Bachiller en Comercio con énfasis en Informática. Esto lo logró, a pesar de que no completó su ciclo escolar en escuelas públicas, pues se le presentó la excusa de que en los planteles no había personal capacitado para atender a ciegos.

Esta situación obligó a sus padres a pedir un préstamo, a hacer rifas, entre otras actividades, pues cuando él nació, la mamá se pensionó para dedicarle todo su tiempo y el único ingreso que recibían era el del papá, que se dedica a manejar equipo pesado.

SU FAMILIA, UN SOPORTE BASICO

Recuerda que en el aula de clases fue considerado un estudiante más, los libros y copias los estudió a través de grabaciones de voz que hacía su madre. Aprendió a llevar siempre una grabadora donde la maestra para grabar sus tareas; los trabajos los escribía en braile, y en el Instituto Guadalupano de Boquete había una traductora o su tía se los retranscribía. "Fue algo difícil, aprendí a usar la máquina gracias a mi madre, que primero se instruyó del programa y luego me lo enseñó poco a poco. Eso tomó como seis meses", contó.

"Nosotros perdemos la vista, pero desarrollamos otros sentidos como el de la audición", aseguró el joven.

Gabriel también dijo que, aparte del piano, toca la flauta y el tambor. Su sueño es lograr algún día ser completamente independiente "... y demostrarle a todos que los ciegos son iguales a las demás personas".

MUSICO

Gabriel pertenece a la Academia de Música de Panamá y es el primer invidente en ella, esto gracias a una beca completa por parte de esta academia.





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