Gracias a Dios, el sol comenzó a brillar en Salinas, Puerto Rico. Gracias a Dios, el primer día de la travesía para instalarme en la sede de los I Juegos Escolares Centroamericanos y del Caribe, ha quedado en el pasado.
Todo comenzó a las 5:30 a.m. del jueves cuando inicié el viaje al Aeropuerto Internacional de Tocumen. Luego del chequeo de maletas, abordé un avión junto con un grupo de cuatro atletas, un entrenador y tres delegados panameños, con destino a Miami, Estados Unidos, aproximadamente a las 8:45 a.m.
Fueron 2 horas y 25 minutos de viaje, según lo que anunció la azafata cuando llegamos a Miami. Hasta ese instante todo marchaba a las mil maravillas. Pero de repente, la misma azafata anunció que el avión tenía que permanecer unos minutos más en la pista, debido a que otro avión no había terminado de desembarcar a sus tripulantes.
En ese momento, el tiempo se convirtió en el principal enemigo. ¿La razón? El otro avión que tenía que abordar con destino a Puerto Rico partía a las 12:30 p.m.
Al final, debido al chequeo de pasaporte y visa en Miami, tuve que pedirle a la aerolínea que me modificara mi boleto de viaje, porque perdí el avión. Sin embargo, ahí no terminó la pesadilla. Aunque dicen que es algo que sucede muy seguido, mi maleta jamás apareció en Miami.
En busca de respuestas, me comunicaron que la maleta la tenía que reclamar en San Juan, Puerto Rico. No había más remedio que abordar el avión y cumplir con ese requisito. Fueron otra hora y 50 minutos de viaje cuando llegué a Puerto Rico.
Mi reloj registraba las 5:22 p.m., una hora menos que en la "Isla del Encanto". ¿Y la maleta? En el aeropuerto de San Juan hubo respuesta, pero nada de maleta. Sin equipaje fue entonces que inicié otro largo viaje, pero ahora en autobús, para llegar a la sede de la competencia.
Y así fue que desde San Juan hasta Salinas acumulé otra hora y 55 minutos de recorrido. Sin lugar a dudas, fue una travesía para olvidar. Un viaje que inició a las 5:30 a.m. y finalizó a las 9:08 p.m., hora de Panamá. ¿Y la maleta? Gracias a Dios, ayer en la tarde, por fin volvió a mis manos.
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