Me sorprendí rompiendo papeles viejos y sacudiendo cajones, hurgando en mi pasado y echando a la basura lo que en algún momento guardé y ahora lo tiro.
Mis cajones llenos de notas, papelitos, pilas viejas, agendas caducadas y mil cosas que en otro momento atesoré, para que el día de hoy los tire a la basura.
Guardamos compulsivamente, por si en algún momento lo necesitamos, y al pasar los años nos damos cuenta de que vivimos rodeados de cosas sin utilidad, recuerdos vanos, aferrándonos a ellos por si algún día los vamos a ocupar.
La garantía de una grabadora que ya ni existe, el manual de un televisor que le regalé a mi madre hace más de 10 años, notas de supermercado, tarjetas de felicitación y la invitación a una boda de gente que ni conozco, llaveros, etc...
Tiré tantas cosas que llené dos cajas grandes, que se fueron directo a la basura; por fin, el orden y el espacio suficiente para cosas nuevas que algún día serán parte de mi pasado, y que probablemente nunca las llegue a ocupar.
Me doy cuenta de que también he atesorado sentimientos que nunca pienso ocupar, como el odio, el celo, la ambición desmedida, el egoísmo, y que ahora me encuentro echando a la basura junto con ese par de cajas con recuerdos, quedando más espacio para la compasión, la paciencia, el amor y el perdón.
Bien, hoy es un buen día para limpiar los cajones y poner nuestras cosas en orden, empezando por nuestro corazón.