Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que éste había alcanzado en los negocios y, sobre todo, en su vida familiar. Viendo todo lo que tenía, inventó que su amigo era un ladrón, y en el pueblo repudiaron al hombre porque creyeron en semejante mentira.

Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre sabio a quien le dijo: "Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?", a lo que el hombre respondió: "Toma una bolsa llena de plumas de ave y suéltalas por donde vayas, en los caminos, en los ríos, en las cuestas y en los valles".

El hombre, al cabo de un día, las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar la bolsa con las mismas plumas que soltaste. Sal a los lugares donde las tiraste, búscalas y vuelve a guardarlas".

El hombre se sintió muy triste, pues sabía que eso era imposible. Nunca podría encontrarlas todas.

El sabio le dijo: "Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento y que fueron llevadas por las aguas, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho.

Sé humilde y reconoce el perjuicio causado a ese hombre, pidiendo perdón a aquel que fue tu amigo, y jamás vuelvas a repetirlo".