Corría el mes de octubre de 2006, 30 días que son dedicados a la Campaña de la Cinta Rosada en Panamá, para prevenir los casos de cáncer de mamas.
¡Qué difícil hablar de esta enfermedad! De pronto, la Jefa de Asignación me pidió buscar un testimonio de una de estas pacientes. Aunque no me gusta ni pisar los hospitales, me trasladé al Hospital Oncológico Nacional.
Me imaginé que ninguna persona en tratamiento contra este mal, tuviera paciencia para hablarme de su vida, pues como periodista sé que ellos necesitan reposo y también respeto.
Al llegar a ese nosocomio, hice los contactos y esperé fuera de una sala de quimioterapia. Al rato, la funcionaria que me atendía me hizo pasar.
En esa fría sala, había tres mujeres conectadas a varios aparatos. Allí tenían varias horas de estar sentadas, recibiendo su tratamiento. Entre esas féminas estaba Doña Marta, quien con una sonrisa en su rostro, me dijo: "Acércate, no temas, yo te voy a hablar de mi vida".
Ella relató que cuando le dieron el diagnóstico, fue difícil. Sus hijos pensaron que era el final, pero en esa mujer había optimismo y muchas ganas de vivir.
¿Qué le daba tanta fortaleza a Doña Marta? Ella contó: "Yo lo he dejado todo en manos de Dios, en Jesús Sacramentado". ¡Eso me basta!
¡Plof! Como periodista, quedé con la boca abierta. Ojalá todos los panameños tuviéramos ese don de abandonarnos en las manos de Dios, y poder contagiar a otros las ganas de vivir con su testimonio.
Con Doña Marta, recordé que nada es imposible para Dios.
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