No fue un trabajo de mucho agrado, pero su historia data de más de un siglo. Así lo sustenta el historiador, el Dr. Álvaro Menéndez Franco, referente a la labor de las "mierderas", que no es más que la jornada que desempeñaban las mujeres al recolectar las heces fecales de las familias que habitaban en las 40 calles que componían la ciudad de Panamá en sus inicios. En ese entonces no se acostumbraba el uso de letrinas o excusados de hueco, a excepción de las áreas semirrurales como Juan Díaz, Pueblo Nuevo, entre otros.
Menéndez Franco estima que por ese trabajo se cobraba un real por cada pie, es decir, por cada 12 pulgadas de excretas que se recogían, las cuales eran medidas con varas de madera confeccionadas para tal fin. Detalló que el excremento se recolectaba cada semana y a veces hasta 15 días en toneles.
Se informó que las familias solicitaban el servicio a las "mierderas" y cuando esto ocurría solo quedaba una persona encargada, que era la responsable de la cuenta, mientras que los niños y el resto de la familia salían de la vivienda, porque era una tarea un poco ingrata.
En cada familia había una letrina de madera y de allí se sacaban los recipientes cargados de excretas. Éstos eran desprendibles y se quitaban en un área reservada, donde también las "mierderas" los aseaban.
Se conoció que cada barril era reforzado con cinchos de metal, que eran confeccionados por las carpinterías locales, que eran muy pujantes en la época, ya que los automóviles entraron a Panamá con la llegada de los estadounidenses de 1908 en adelante.
El historiador contó que la actividad era considerada como un negocio o un estilo de vida. Agregó que esta función también llegó a ser ejercida por varones, pero ambos operaban de la siguiente manera: no vestían un uniforme, sino como los ciudadanos de esa época; sin embargo, se distinguían por portar un sombrero de fieltro oscuro y guantes. También se valían de una mula (animal) para cargar un barril de madera donde transportaban todos los desechos recolectados, los cuales eran vertidos en las playas no pobladas, como las de Balboa, en lo que hoy es Amador o en área lejanas a los cementerios.
Los barriles eran de madera, pero enormes y tenían tapas. Eran arrastrados en carretas por una mula y así se hacía el trabajo menos pesado.
Pero llegó el momento en que esta labor entró en decadencia, ya que con el inicio de la construcción del Canal, el presidente Teodoro Roosevelt le ordenó al coronel William Gorgas, quien fue designado para sanear el Istmo, luchar contra el mosquito transmisor de la malaria e implementar métodos de higiene modernos.
Menéndez Franco dijo que es por eso que a Gorgas se le considera como el precursor de la higiene moderna en Panamá, con la ayuda del médico cubano Carlos J. Finlai, quien jugó un papel importante en la lucha contra la fiebre amarilla.
Así, cuando Panamá apenas era una naciente República, se logró cambiar las letrinas por métodos más modernos para poder tener lugares higiénicos a la orillas del Canal.
ÚNICA IMAGEN
El Dr. Menéndez Franco dijo que solo hay una gráfica de cómo eran las "mierderas", la cual fue publicada en una edición de la Revista Épocas.