"El justo florecerá como la palmera, crecerá como cedro en el Líbano" (Salmos 92:12).
Cuando era chico, veía películas del desierto, y siempre aparecía la palmera en el oasis. Era una figura clásica que no podía faltar.
El salmista nos dice que debemos ser como esa palmera del desierto, y pensando en esto descubrí algunas características de este noble árbol. La palmera está en el desierto, un territorio hostil, donde muchos árboles mueren. Y los cristianos vivimos en el mundo. Tenemos que tener presente que la sociedad que nos rodea es hostil a la enseñanza de Dios, se opone a los principios divinos. Corremos el riesgo de alejarnos de Dios.
La palmera siempre tiene hojas y da sombra. No importa quien sea el viajero acalorado, siempre tiene un lugar fresco. Como cristianos debemos ser igual.
La mayoría de las palmeras tienen el tronco derecho. Nuestra conducta también debe ser igual, aunque sea difícil en un mundo corrupto y mentiroso, el cristiano debe tener una conducta derecha y recta. Aun con los compañeros del colegio o del barrio, donde lo habitual es hacer trampa. Debemos mantener en cada elección, una vida santa.
Todo esto es posible, porque la palmera tiene una raíz bien profunda. Le hace falta para poder conseguir la humedad necesaria para vivir. Solo podemos ser agradables y amables, rectos y fieles en un mundo hostil, si tenemos nuestras raíces bien profundas en Cristo, quien refresca el alma. ¿Cómo está tu palmera?