Cuando decidí estudiar periodismo, mis papás solo dijeron: ¿periodismo? No era para menos, escogí una carrera totalmente distinta a la de mi hermana, quien se graduó de la Facultad de Medicina.
Aclaro, ellos nunca se opusieron a mi profesión, siempre fueron respetuosos de mi decisión, aunque en ocasiones escuchaba: "Dicen que les pagan muy mal" o "fulanita se graduó de eso y aún no consigue trabajo" y el clásico "la carrera está saturada".
Por fortuna, Dios me bendijo y poco antes de recibir mi diploma ya estaba por firmar contrato aquí en DIAaDIA. De eso ya ha pasado poco más de tres años, tiempo en el que he pasado los páramos de la profesión y la satisfacción de que por medio de mis escritos se ha podido mejorar la calidad de vida de algunas familias.
Mi familia no para de comprar el periódico para ver mis escritos, les preocupa cuando no ven alguna noticia mía y les tengo que explicar que esos días estaba "detrás del escenario" apoyando en la edición. Ellos, orgullosos le dicen a todo el que pueden que soy periodista y aunque quizás no se los demuestre, eso me llena de emoción, de felicidad...
De vez en cuando me ataca la gastritis, solo tengo un día libre a la semana y llego a casa cuando mi familia casi está durmiendo y por cansancio me pierdo de muchas rumbas.
¿Saben qué? Es una especie de masoquismo, pues a pesar de que es agotador el trabajo y más de una vez nos sentimos que no somos valorados, nos gusta, lo amamos y, por lo menos yo, no me imagino haciendo otra cosa que no sea informar.
Aún me falta mucho por aprender y años de camino por recorrer, pero de algo estoy segura, escogí la mejor profesión que pudo haber en la gama de opciones.
Mis colegas saben a qué me refiero y por eso les digo, aunque sea un poco tarde: ¡Feliz Día del Periodista!