Un científico halló la manera de realizar trasplantes de córneas, a partir de ADN. No importaba si eran hombres o animales. Una hormiga le pidió que la operara, pues no podía ver. El científico la operó.
Luego llegó un hombre que había perdido la vista en una guerra. También le pidió que lo operara y el médico lo hizo.
Ambos volvieron a ver.
Al cabo de unos días, un tropel de hormigas amenazaba con demandarlo. ¿Qué había sucedido? La reina de las hormigas dijo:
- Queremos que le regrese la ceguera a mi hija, la hormiga que operó. Desde que regresó, ve gigantes los defectos de sus hermanos; eso la ha llenado de desprecio por los demás, regrésenosla ciega.
Por su parte, la familia del hombre le dijo: - Por favor, denos a nuestro hermano nuevamente ciego; desde que regresó, todo lo ve pequeño, se ha llenado de arrogancia, de ingratitud, y soberbia. Para él, el amor, la amistad, el perdón, todo eso es pequeño, es ínfimo. ¡Dénoslo ciego!
El científico investigó que el ADN se contaminó, pero no fue en su laboratorio, fue miles de años atrás, en el gran laboratorio de la vida. Los hombres quisieron ser Dios. Desde entonces, su visión agiganta los defectos de los semejantes; eso se llama gigantismo miópico, ya que de cerca sólo ve lo malo de las personas y lo bueno no lo ve.
La tendencia de ver pequeño todo lo bueno, la llamó hipermetropía hormiguista, ya que aunque tenga pegados a sus narices lo bueno, no lo logra ver. Por tanto, el hombre ni la hormiga necesitan un trasplante de córnea, sino un cambio en la manera de ver.
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