"Es hora de dejar de esperar que la esperanza sea ofrecida desde arriba, y empezar a empujarla hacia arriba, desde las raíces de la esperanza".
NAOMI KLEIN
¿Y por qué los sindicalistas andan aprendiendo a escribir cuentos? ¿Acaso lo de ellos no es el código del trabajo? Pues ciertamente, la idea que se esconde detrás de estás preguntas es la gran falacia de la modernidad: el ser humano debe especializarse y restringirse a esa especialización. Lo de los obreros es la producción, las relaciones del trabajador con el patrón, velar por su seguridad social y cuando la economía lo permita, por aumentos de salario.
Esa visión reducida de la vida conduce a las personas a convertirse en puro músculo sin alma y cerebro sin conciencia, en seres que tarde o temprano se van a convertir en zombis que dejaron de ver el horizonte, y por lo tanto, que abandonaron la búsqueda de la felicidad.
Los retos del nuevo milenio incluyen nuevas maneras de abordar la solución de problemas. Integración e inclusión, creatividad e ingenio, amplitud y colateralidad son las ideas fuertes que han de ser concretadas en programas y actividades que aspiren a la reconstrucción del humano que aún podemos ser. Y tenemos que apurarnos o corremos el riesgo de perecer más pronto de lo que creemos. Precisamente, en esa línea de trabajo, la Central Nacional de Trabajadores de la República de Panamá ha incluido en la formación de sus dirigentes afiliados materias culturales como la literatura y la pintura. El horizonte de un ser humano completo ha de ser amplio, bien amplio, y un dirigente sindical debe ser un humano por excelencia.
Fruto de tal estrategia, el mejor egresado de tales cursos, Ezequiel Dimas, ha recopilado en un tomo los cuentos generados en dichos espacios. Su imaginación abrió las alas, voló, aterrizó en unas páginas en blanco y ahora sus textos nos brindan la oportunidad de volar junto a ellos.
El horizonte de vastos cielos y extensos mares nos espera. ¿Nos atrevemos a conquistarlo?