La selección brasileña intentará hoy convencer a una afición apática y exigente frente a un Uruguay que llega a la cuarta jornada de las eliminatorias del Mundial 2010, urgido de puntos, tras su amargo empate contra Chile, pero con una racha de ocho partidos sin perder en Brasil.
Si las cosas con la hinchada uruguaya están feas para el equipo que dirige Oscar Tabárez, no están mejor para Brasil, que está obligado a ganar siempre, más aún jugando en casa y cuando no ha exhibido en estas eliminatorias el "juego bonito" que siempre se le reclama.
Esta nueva edición de uno de los clásicos sudamericanos se jugará en el estadio Morumbí, de Sao Paulo, que hoy deberá estar colmado por 80.000 aficionados, en su enorme mayoría dispuestos a alentar o abuchear a rabiar a Ronaldinho, Kaká, Robinho y compañía, según cómo se desempeñen esta vez.
El trío de estrellas brasileñas ha mostrado solamente algunos chispazos de la habilidad que atesora en estas eliminatorias y está en la mira de la exigente crítica brasileña, que no se convence sólo con victorias y espera un derroche de talento para cerrar el año en paz.
Dunga, que como técnico arrastra la misma fama de duro que tenía como jugador, defendió a su equipo una y otra vez e insiste en que lo único importante ahora es permanecer en el grupo de cuatro primeros, que garantizarán un billete para Sudáfrica2010.
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