¿Será tarde?

Silvia L. Conde | colaboradora

Durante el final del siglo XX, la polarización social imperante dificultó distinguir que soberanía y democracia eran las dos caras de esa moneda llamada Panamá. No es hasta 1999 cuando el célebre dirigente comunista, Rubén Darío Souza, afirmó que la consigna de la soberanía nacional había sido cumplida y que ahora nos veíamos abocados a democratizar el país. Pero, ¿qué significa eso?

No podemos contentarnos con el mero ejercicio del voto en las elecciones, reducir la democracia a ese evento es perpetuar la "partidocracia". Más bien tenemos que orientarnos hacia la participación activa. El ciudadano de a pie, o bien dice adiós a la política en manos de profesionales, o se resigna a seguir con los lamentos.

Hoy es tiempo de exigirnos una ética democrática y practicarla. Esa ética consiste básicamente en conocer nuestros derechos y respetar los ajenos. También en pensar y actuar democráticamente, tanto en lo privado como en lo público y, sobre todo: ¡Despedir el juega vivo!

La autonomía de pensamiento, el diálogo y la capacidad de calzarse con los zapatos del otro y la institucionalidad de las relaciones con el estado, son algunas de las concepciones esenciales para vivir en democracia. No podemos olvidar las búsquedas de la igualdad, la justicia, la fraternidad, la paz, la legalidad, la verdad y la libertad para todos. Por supuesto, las discusiones y debates de altura siempre serán un buen tónico para la salud de la democracia.

Ciudad de Panamá 
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