Einar permanece al lado de su familia, pero no tiene nada. (Foto: Alexander Santamaría y Hermes González / EPASA)
Didier Hernán Gil
| Bocas del Toro, DIAaDIA
Parecía un simple coche para bebé en un solitario salón del Instituto Profesional y Técnico de Punta Peña, en Chiriquí Grande, pero al darle vuelta estaba allí postrado el niño Einar Montezuma, uno de los damnificados, ya que el río Chiriquí arrasó con 70 casas en este poblado, incluyendo la suya. Junto a él habitaban, en aquella casita de madera, 13 familiares más.
Einar sufre de parálisis cerebral y, según su mamá, Elena Montezuma, la corriente no solo se arrastró la vivienda, sino también los medicamentos que lo calman cuando presenta convulsiones y la silla de ruedas en las que pasaba sus días.
Elena es una indígena Gnöbe Buglé y en el poco español que habla, manifestó a DIAaDIA, que al perder la silla de su hijo, le donaron en el albergue un coche en buen estado, pero ese regalo no soportó el peso de Einar. Los parches de aquel coche ya saltan a la vista.
QUEDARON PEINADOS
En Puerto Peña la fuerte corriente parece haber peinado la comunidad. Allí, un tramo carretero tuvo un deslizamiento, pero ya fue rehabilitado. En tanto, la escuela primaria quedó llena de lodo. Todos los libros de la biblioteca se mojaron y las 28 computadoras del salón del programa Conéctate al conocimiento son pérdida total. El historial de cada estudiante no existe y la papelería que había no sirve.
El mal olor en el patio de la escuela por el lodo empieza a incomodar a la comunidad.
La profesora Virginia de Valdez, directora de este plantel, miraba con nostalgia como el esfuerzo de tantos años desapareció en cuestión de minutos y dijo no tener idea de cuánto pueden ser las pérdidas en equipo.
Durante un recorrido se notó que hubo casas de las que no quedaron ni los horcones. En medio de ese poblado casi fantasma, Justo Robinson colocaba sus colchones mojados y enlodados para ver si los podía usar. Las herramientas de su taller de ebanistería también fueron arrasadas por el agua.
Lamentó que como está en el albergue, que comparte con otras 25 familias por las noches, los amigos de los ajeno hurten sus pertenencias y las de sus vecinos que están tiradas por el patio.
Cerca de la casa de Justo se encuentra el campo de juego, que quedó lleno de piedras como la ribera de un río. Hay tiendas y comercios que rematan parte la mercancía para no perder todo.
SIN NADA
El centro de salud Materno Infantil de Rambala está lleno de lodo. Los medicamentos, expedientes, equipo médico y de oficina flotaron dentro de las instalaciones, pues estaba cerrado cuando ocurrió la inundación.
Frente a este panorama, los damnificados de esta región dijeron estar recibiendo la alimentación, pero en poblados como Las Trancas y comunidades a orillas del río Cricamola no ha llegado la ayuda. Las radioemisoras locales a cada rato así lo reportan.
Mientras tanto, desde la sede del Servicio Aéreo en Rambala, llegan constantemente carros del Gobierno con mercancía para ser llevadas vía aérea a las áreas afectadas y distantes. El cansancio se empieza a notar en los voluntarios, pero siempre hay un chiste o una conversación que los anima.
En Changuinola centro, los comercios tratan de reactivarse, pero los que sí admiten que están entre la espada y la pared son los conductores de buses internos y taxistas, pues hay escasez de combustible.
Se conoció que entre las autoridades hay más preocupación, pues no han terminado de atender el caso de Bocas del Toro, y ahora las inundaciones azotan la provincia de Darién.