En El Salto se respira desesperanza. Esta es una de las comunidades que está entre la espada y la pared, tras el desbordamiento del río Chucunaque desde el pasado 16 de noviembre.
Este poblado está a 45 minutos en piragua, desde el sector de Peñitas en Darién , donde los lugareños han hecho un atajo vía terrestre desde la Panamericana para llegar a Yaviza en canoa, pues llegar al final de esta importante vía es casi imposible.
Los moradores de esta comunidad fueron los únicos que al ver que el nivel del río estaba subiendo, evacuaron hacia los puntos más altos del lugar.
Y allí están esperando a que el río vuelva a su cauce en un terreno privado.
YA NO MAS DESGRACIAS
Ha pasado más de una semana y la comunidad de El Salto se convirtió en un poblado fantasma.
Tan grave es la situación que se puede pasar en piraguas sobre esta comunidad, claro que esquivando el techo de algunos ranchos, donde se refugian algunos felinos domésticos. También es notorio el amarre de muchos pilones a los postes de las casas que hicieron los indígenas antes de salir huyendo a la creciente.
UN REFUGIO DE MAL GUSTO
Los 385 miembros de El Salto se ubicaron en la parte más alta de una colina.
Allí montaron sus albergues temporales, los cuales parecen unas casetas hechas de hojas de zinc que lograron rescatar río abajo. Allí duermen y de seguro extrañarán sus hamacas.
Dicen que el hacinamiento es insoportable y cuando llueve la cosa es peor, pues todo se moja y le dan preferencia al sueño de los niños, el resto se queda de pie a esperar que escampe.
LA COMIDA NO ALCANZA
De acuerdo con el dirigente comunitario, Guillermo Fogona, su mayor preocupación es la alimentación y se pregunta: ¿qué vamos a comer durante todo este tiempo?
Fogona señaló que sólo les llegó una bolsa de alimentos del Despacho de la Primera Dama; sin embargo, eso es un alivio temporal. Dijo que el día de la visita presidencial, el Ejecutivo no pudo llegar a tierra, pues las condiciones del lugar no se lo permitían; no obstante, esperan no ser olvidados por el Gobierno.
El dirigente explicó que todas sus cosechas fueron destruidas por la corriente, incluso, sus animales de corral desaparecieron.
Por eso solicitó ayuda de alimentación, agua, medicinas, ya que lo más seguro es que venga un brote de enfermedades por el agua sucia.
ES MEJOR PREVENIR
Según Fogona, como están en un terreno privado lo más seguro es que se trasladen a un punto elevado para evitar que sus viviendas se vuelvan a anegar.
Mientras tanto, seguirán esperando a que el río baje el nivel para ver si pueden salvar algo de sus propiedades.
SE SIENTEN "CHIFEADOS"
Juliana De León de Asprilla, vocera de la comunidad Peñitas, acotó que no han recibido apoyo de las autoridades, pese a que los afectados fueron mínimos.
Doña Juliana, muy enfadada, comentó que no es justo que por ser una minoría el Gobierno le dé la espalda, si todos son panameños.
Mencionó que son 15 familias afectadas que no pudieron salvar nada, pero que, por el momento, están "arrimados" a algunos familiares.
En su caso, indicó que está viviendo con un familiar y sólo pudo salvar unos puercos que tuvo que amarrar para que no se los llevara la corriente.
Y en medio de su angustia retó a los gremios de distribución de donaciones diciendo: "si quieren pruebas vengan a ver el río después que baje, allí van a encontrar lo que el río nos dejó, yo hablo con pruebas".
SOLO PIDEN SEMILLAS
Jaime Menbache, vocero de la comunidad Villa Caleta, otra de las comunidades afectadas, expresó que al unirse el río Tuquesa, Caleta y Vigía, sus siembros pasaron a la historia. Este poblado está compuesto de 54 viviendas y 62 miembros.
Recalcó que la ayuda ha sido mínima. Al menos la Cruz Roja le ha suministrado el vital líquido.
Menbache reveló que tiene la esperanza de surgir con el apoyo del proyecto Deco Darién donde, aparentemente, van a colaborar con semillas de pepino y tomate.
LOS PRIMEROS AFECTADOS
En el poblado de Canan Menbrillo, la corriente ascendió a más de siete pies de altura.
Y, según sus moradores, se salvaron de que sus casas están construidas sobre altos al estilo emberá, pero la corriente que pasó era aterradora.
Juan Peña, el dirigente comunitario, explicó que esta comunidad tiene 30 años de existencia y no habían visto algo semejante en sus vidas.
Enfatizó que la corriente repitió tres veces y perdieron 234 hectáreas de plátano, 84 de aguacate, 11 hectáreas de borojó y otros árboles frutales. Calculó que se estaban sacando por semana más de 60 mil aguacates, estaban en plena cosecha.
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