"Yo nunca pienso en el futuro. Viene demasiado rápido".

Alberto Einstein

Con la edad he ido entendiendo que la vida, mi vida, no tiene nada de extraordinario; pero, también, he descubierto que me basta mirar con otros ojos, para que cada uno de mis días se convierta en un portentoso milagro. ¡Y eso me hace muy feliz!

A la vez he comprendido que mi felicidad está íntimamente ligada a la felicidad de quienes me rodean, e incluso, de aquellos desconocidos de los cuales, ni siquiera imagino su existencia. Entonces, cuidar mi felicidad implica cuidar la felicidad de otros.

Lamentablemente, me he sorprendido con la siguiente conclusión: hay quienes quieren que nadie sea feliz. Algunos de ellos ganan mucho dinero con sus acciones, otros necesitan fregarle la vida a alguien para alegrarse, y los últimos simplemente buscan la supuesta satisfacción de ver a otros tan infelices como ellos. La miseria humana es infinita, por suerte hay unos cuantos seres humanos, los imprescindibles, que son infinitamente nobles.

Y a pesar del ataque y los insultos de los mediocres, esos hombres y mujeres nobles han comprendido que el ser exitoso es menos importante que el ser valioso. Y en el lugar donde ellos se encuentren, la comunidad progresa, porque simplemente luchan contra la paradoja de un mundo lleno de gruesas chequeras y niños infelices.

Ellos saben que "el estímulo más importante para el trabajo, en la escuela y en la vida, es el placer de trabajar, el placer de sus resultados, y el conocimiento del valor del resultado para la comunidad."