Aceptación

Redacción | DIAaDIA

En el pueblo donde vivía el gran Maestro Zen Hakuin, una joven resultó embarazada. Su padre la presionó para que revelara el nombre de su amante y al final, para escapar del castigo, dijo que era Hakuin.

El padre no dijo nada más, pero cuando nació el niño se lo llevó a Hakuin, se lo arrojó y le dijo: " Parece que éste es tu hijo", agregando toda clase de insultos.

El Maestro Zen sólo dijo: "¡Oh!, ¿es así?", y tomó el bebé en sus brazos. A partir de este momento, a donde quiera que iba, llevaba el bebé consigo, envuelto en la manga de su túnica. En noches de lluvia y tormenta iba a mendigar leche en las casas vecinas. Muchos de sus discípulos, considerándole un hombre acabado, se volvieron en contra suya y lo abandonaron.

Hakuin no dijo ni una sola palabra. Mientras tanto, la madre sintió que no podía tolerar la agonía de estar separada de su hijo. Confesó, entonces, el nombre del verdadero padre. El padre de la joven corrió a ver a Hakuin y se postró ante él rogándole que le perdonara.

Hakuin sólo dijo: "¡Ah!, ¿es así?" y le devolvió el niño. Esto es aceptación. Todo lo que la vida trae está bien, ésta es la cualidad del espejo; nada es bueno, nada es malo, todo es divino. Aceptando la vida, los deseos desaparecen, las tensiones, el descontento desaparecen. Aceptándola, uno empieza a sentirse alegre sin razón alguna. Cuando la alegría tiene una razón, no dura mucho. Cuando no tiene razón alguna, dura para siempre.

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