Bolívar Ramos es uno de esos maestros de pueblo, cuya vocación por enseñar se le desborda por los poros. Es un héroe casi anónimo que lucha con alma, vida y corazón por mejorar la educación nacional, y con ella, al individuo y a la sociedad.
Hoy, con 30 años de labor, es maestro de sexto grado de la Escuela Simeón Conte de Penonomé, pero laboró por muchos años en las montañas de Coclesito, en el mismo corazón de la provincia coclesana. Eso lo marcó para siempre, pues sintió la necesidad de proyectar y preservar la cultura de los pueblos y, para ello, nada mejor que utilizar la herramienta que conoce mejor que nadie: enseñar.
Está convencido de que el niño tiene que desarrollar todas las destrezas en el arte y el conocimiento; para eso, tiene en su cerebro dos hemisferios que tiene que dominar. El folclor, el arte, desarrollan la inteligencia emocional del niño; además de su identidad como individuo y su personalidad. Con esto, puede preservar nuestra cultura, lo que lo identifica como panameño.
Y he aquí el quid del asunto: el maestro Bolívar no se circunscribe sólo a lo académico, sino que para él la parte de humanidades no debe dejarse de lado porque la formación integral del estudiante es clave para su futuro. "En Panamá sólo se miden los conocimientos mediante un boletín, pero los que forman al niño como individuo no se marcan en un boletín", sostiene.
Sin embargo, a este tipo de enseñanza hay que dedicarle tiempo y no precisamente aquel que se contabiliza y se paga, no, porque como él mismo dice: "es un tiempo que no se compensa con remuneración, esas luces cortas yo no las veo, yo veo con luces largas, a mí me interesa lograr el objetivo".
Y para eso no sólo enseña bailes folclóricos a sus estudiantes, sino que también incursionó en el teatro con ellos. Todos los años, al grupo que a él le toca, lo prepara en teatro. En los desfiles, junto con sus muchachos, se proyecta a la comunidad y hace patria, vistiéndose de personajes del pueblo. Es su manera de exaltar lo nuestro, no sólo con las bandas de tambores y de música.
Pero, además, con estas actividades, los niños pierden la timidez, el miedo a expresarse en público, mejoran su dicción, adquieren conocimientos, conciencia cultural y folclórica y elevan su autoestima, con lo que desarrollan inteligencia emocional para prepararse para el futuro.
Los padres de familia confían en él y lo apoyan en sus actividades, que es lo menos que se puede hacer por un educador como él, uno de esos que ya quedan pocos.
MENSAJE
"Todos tenemos que hacer un esfuerzo mayor para tener una educación integral y de mejor calidad".
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