Sería saludable que cada educador se formulara hoy la siguiente pregunta: ¿Soy un maestro o, simplemente, un educador? Aunque parezca un juego de palabras, es mucho más que eso. El maestro, sin importar su grado académico, guía, se preocupa por sus discípulos, enseña, construye para el futuro, es solidario, ve con luces largas, no contabiliza el tiempo que dedica a sus alumnos ni se propone convertir en dinero todo lo que hace en bien de la niñez y la juventud. Primero enseña al niño, para no castigar al hombre. El educador se limita a seguir un programa académico y cobra por eso. Nada más. ¿Cuál es usted?
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